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miércoles, 9 de enero de 2019

Los 20 mejores discos y mejores 3 videoclips de 2018.


Uno año más es tiempo de hacer recapitulación emocional a 365 días de vida. Y la única forma en que sé hacerlo, o al menos la única a través de la cual consigo acercar mis vivencias, deseos, recuerdos, anhelos e inquietudes a la realidad -y el sueño- acontecido no es otra que la música. Es por eso que en mi podcast Talk to Him realizo un exhaustivo resumen musical a todo lo ocurrido.

En 2018 de nuevo me embarco en dos cartas sonoras que paso a recopilaros en esta entrada del blog para que podáis disfrutar escuchándolas. Espero os gusten y las disfrutéis tanto como yo escribiéndolas desde el corazón.

1ª Parte. En esta primera parte tenéis los mejores discos ordenados del 20 al 11, los 10 mejores directos del año, los lanzamientos más esperados para 2019 y el premio miscelánea entre 5 candidatos excelentes.




2ª Parte. En la segunda parte del especial 2018, conoceréis cuáles han sido los puestos de la lista del 10 al 1, las 5 menciones de honor que quedaron fuera del countdown, las 5 decepciones de aquellos artistas de los que esperábamos grandes trabajos y el tradicional premio al mejor EP 2018 entre los 5 candidatos elegidos.




Como extra a la lista musical, en este artículo tenéis también los 3 videoclips que me han parecido mejores en el pasado año 2018. Aquí os los presento.

A Perfect Circle. Disillusioned. Una bella alegoría que denuncia la alienación deshumanizada del individuo moderno a través de la tecnología. Belleza herida y trascendental, un regreso a la esencia de la vida.



Gunship. Art3mis & Perzival. Una bonita historia de amor y rebeldía con el telón de fondo de un apocalipsis no tan distópico y lejano como pudiera parecer. Y todo ello utilizando unos entrañables gráficos por ordenador donde los pixels se notan tanto como la emoción del tema.



Carolina Durante. Cayetano. Una paródica visión del pijerío neoliberal asociado a la cultura del "nuevo indie", realizada con mucha guasa e inteligencia. La canción todo un himno, por supuesto.

martes, 21 de noviembre de 2017

Talk to Him: Post-Rock de eternos aspirantes.


Este mes el podcast Talk to Him se detiene en un género musical que ha marcado profundamente mi vida: el post-rock. Dudo de que exista una música más evocadora y con mayor poder para despertar las nostalgia y los viajes sin movernos del sitio por las oquedades más profundas de nuestros corazones. Son incontables las veces en que sus pasajes han acompañado mis días, mis mejores y mis peores momentos, siempre sirviendo como medicina irrenunciable para el alma.

Es cierto que actualmente el movimiento no vive su mejor momento, pero el legado aportado por multitud de bandas es del todo imprescindible. Es por ello que estas casi dos horas pretenden ser una incursión en nombres no tan de primera línea, que pueda servir tanto a conocedores del sonido ya familiarizados con los artistas más importantes del estilo como a nuevos acólitos para transportar su vida por una dimensión sonora magnética y ensoñadora. Espero lo disfrutéis, os advierto que su escucha puede abrir grietas impredecibles en vuestro espíritu.



Como complemento, añadiré en este artículo tres archivos de tres de las bandas más fundamentales del género, obviando a Mogwai, ya que estos tuvieron el honor de ser elegidos como los protagonistas del tema de apertura para el programa.

1. Explosions in the Sky. Imprescindibles en directo, cuentan con una de las puestas en escena más sobrenaturales a las que el ser humano puede exponerse. Auténtica plasticidad artística conmovedora, lírica y radiantemente viva. Escuchar este tema en sus apariciones sobre las tablas es un ritual que ningún mortal debiera perderse en esta vida.



2. Godspeed You! Black Emperor. Una de las bandas anti-sistema más importantes del planeta. Contestatarios, rebeldes, huidizos y terriblemente huraños con los medios. Su disco doble, Lift Yr. Skinny Fists Like Antennas to Heaven!, es una obras maestra mastodóntica de un calado y trascendencia imborrables para el devenir del rock instrumental.



3. Mono. El cuarteto japonés es una banda imponente, extremadamente brillante, sutil a la par que solemne y emocionante. Su mayor logro ha sido aunar como ninguna la música clásica y el post-rock, sobre todo a través del magno Hymn to the immortal wind, probablemente el disco más trascendental en mi vida adulta.


miércoles, 26 de febrero de 2014

Russian Circles: Memorial, Mi disco del año 2013.


El año 2013 será recordado para mí como uno de los más endebles musicalmente. Sin embargo, algunas obras como la que me ocupa, permiten confiar ciegamente en la posibilidad de sorprendernos aún con algo, el mayor atisbo de seguir vivos.

(Escrito originariamente para Muzikalia).

Para los amantes del rock instrumental en cualquiera de sus vertientes, Memorial (13), el último trabajo de Russian Circles, ha sido uno de los acontecimientos del año. Perfilando disco a disco su sonido, alejándose paulatinamente de la parte más metálica -sin perder por ello intensidad- y ganando en matices y atmósferas -sin resultar arquetípicos y con una fuerte personalidad labrada-, su quinto largo se me antoja su cénit.

Tras el reciente buen sabor de boca dejado por Empros (11), Memorial asienta sus bases en la emoción pura. Consigue trascender al propio sonido gracias a temas que logran llegar a la fibra, más allá de su elaborada concepción. Se me antoja un sustituto antológico de lo que fue Panopticon (04), obra cumbre, en mi opinión, de los añorados Isis.

A medio camino entre el sludge-metal atmosférico y el post-rock, en esa encrucijada que tan buenos resultados da si la inspiración y la verdad están detrás de las composiciones, es donde asienta sus bases Russian Circles en esta ocasión. Un trabajo podríamos decir conceptual, que se abre y se cierra con las acústicas "Memoriam" /"Memorial" -ésta última con la colaboración de Chelsea Wolf- y que nos brinda en su recorrido gemas impagables.

"Deficit" es el tema más duro, con unos riffs absolutamente demoledores, desde aquí se subraya el sobresaliente trabajo de Dave Turncrantz a la batería: simplemente de otro planeta. "1777" es uno de mis temas favoritos, virando hacia el post rock, pero con una densidad y oscuridad capaces de trascender etiquetas: intensa y emotiva.

El reposo tenso de "Cheyenne" me recuerda en sus texturas e intenciones a los logros conseguidos por nuestros admirados Toundra en III (12), y la contenida abrasión de "Burial" da paso a "Ethel", cuatro minutos inmortales para cada corazón que llegue a escucharlos. Directamente un hito, algo que muy pocas bandas podrán hacer en su vida. Pelos de punta, emoción directa, que traspasa, que revienta dentro tuyo y te desarma, inmovilizándote, como todo aquello que trasciende a la mediocridad lacerante cotidiana. "Lebaron" vuelve a sonar rotunda y afilada, ya como anticipo del cierre comentado.

Russian Circles alcanza con Memorial la categoría de primeros espadas dentro de un género capaz de lo mejor y lo peor. Su próximo envite quizá les lleve a ponerse la corona de reyes indiscutibles.

1777: Evocar sin evaluar la posterior caída libre.

viernes, 18 de octubre de 2013

Horizontes inabarcables: God is an Astronaut en directo.

Tras la oportunidad de disfrutar una vez más de las virtudes y emoción que transmiten en directo los irlandeses God is an astronaut, os dejo mis impresiones para rendir homenaje y justicia a una banda que merece mucho más. Acompañaron los madrileños Jardín de la Croix como teloneros.


(Escrito originariamente para la revista on-line Muzikalia).

Madrid aunó este mes de octubre en una misma velada una doble apelación no tan fácil de lograr: al corazón (God is an Astronaut) y al cerebro (Jardín de la Croix). Y eso fue posible porque ambas bandas cuentan con la capacidad de tocar la fibra y estimular ambos órganos -cada una en su propuesta- con extrema facilidad y pulso firme.

Abrieron fuego Jardín de la Croix. Su math rock virtuoso y contundente convenció desde el primer momento. Siendo especialmente agradecido este estilo para ser digerido en directo, la batería de ritmos y contratiempos trepidantes aunó eficacia y técnica. Es muy posible que sea la propuesta de rock instrumental más excitante de nuestro país junto a Toundra hoy día.


Esta era la tercera vez que veía a God is an astronaut en directo. Con cada disco desde el homónimo les he ido disfrutando a su paso por España. Presentaban en esta ocasión Origins (13), un trabajo de tremendo poder evocador y sensibilidad, con dosis moderadas de electricidad desbocada y tintes electrónicos.


Quizá lo que más llame la atención de primeras sea el uso distorsionado de la voz a las maneras que hicieron Mogwai desde su Happy songs for happy people (03), detalle éste que les remite en parte a los escoceses, pero que no debiera despistar y dejar pasar por alto las virtudes de un trabajo notable.


Confiados en el potencial de éste, abrieron el concierto con la bellísima expansión de "Weightless", su tema más delicado y maravilloso. Sonó estupendo y fue el mejor momento de Origins junto a la solemnidad de "The last march", el riff demoledor de "Calistoga" y, ya en el bis, la abrasión desatada de "Red moon lagoon".

Sus miradas al pasado se centraron en su obra magna, All is violent, all is bright (05), del que no faltaron temas inmortales como "Fragile", "Forever lost", "Fire flies and empty skies" o la reserva para el bis de "Suicide by a star". Sin embargo, el mejor momento de ese tratado imponente de post rock fue la durísima revisión de su tema titular.

Hermoso corto animado acompañando "Suicide by Star", uno de sus temas más intensos.

Entre las novedades que traían los irlandeses en vivo, cabe indicar la de un guitarrista de apoyo, lo que conseguía que, en algunas partes más intensas donde el teclista aferraba también las seis cuerdas, las canciones ganaran en cuerpo sustentadas por tres guitarras.

Para terminar, destacar la tremenda entrega demostrada por la banda, especialmente por la figura incombustible y fiera de unTorsten Kinsella en perfecta comunión con los fans más enfervorecidos de las primeras filas, alcanzando el cénit en otros dos rescates apoteósicos como lo fueron "Echoes" y un final convertido en una celebración orgiástica como pocas se recuerdan este año con "Route 666".

jueves, 9 de mayo de 2013

En caso de accidente, Eluvium.


A la hora de pensar en la entrada para el blog de esta semana, se me ocurrió dedicársela a todos esos sonidos adscribibles a una determinada forma de filtrar la emoción y conmovernos a través de la música y que, sin embargo, tantas etiquetas aledañas distintas recibe.

Me refiero a esos espeleólogos del corazón, a esos creadores de edificios de belleza y tristeza reflexivas a la par que cautivadoras. Drone, neoclásico, ambient, post-rock...son meras palabras para definir y acotar una música que se escapa a los propios campos semánticos para, una vez más, trascender al lenguaje.

Pensé en hacer una recopilación de artistas o discos referenciales, en plasmar esta sensación que busco a duras penas transmitir y que, con todas sus singularidades y riqueza cromática sonora, convergen en el cauce de la sangre que nos da oxígeno para seguir respirando en el mundo.

Jóhann Jóhannsson, Helios, Ólafur Arnalds, Stars of the lid, Hammock, Max Ritcher, Dustin O'Hallaran...fueron algunos de los nombres insustituibles que se me vinieron a la cabeza de primeras. Y, por supuesto, Eluvium. El caso es que reflexionando posteriormente y viendo la heterogeneidad dentro de un todo bullente de cohesión, me percaté de que Eluvium, o lo que es lo mismo, Matthew Robert Cooper aunaba a través de su obra la casi totalidad de virtudes y sonidos asociables al conjunto de artistas.

Ese ha sido el motivo por el que, al menos de momento, me centre en la figura del norteamericano y dedique este artículo a reivindicar y repasar la carrera del fastuoso e indescriptible universo Eluvium.


Recuerdo mi primer contacto con su trabajo, Copia (07). Un disco que supuso una digestión lenta, lleno de pasajes evocadores, todos por supuesto instrumentales, donde pianos impresionistas herederos de Satie se mezclaban con ambient, con drones y con una capacidad de generar y transportar belleza pocas veces rescatable y que, al reventarte en el corazón, casi se declaraba inasumible.

Sigue siendo uno de mis discos predilectos, pero un acontecimiento fatídico en mi vida me llevó a caer rendido ante una obra anterior de Eluvium. Ese acontecimiento fue el fallecimiento por accidente de mi padre. Nunca es fácil superar o asumir la muerte de un ser tan trascendental y querido en la vida cuando ésta ha ocurrido de manera violenta: un día le dabas un beso de despedida mientras te regalaba un caramelo y al siguiente yo no existe, ya se ha marchado para siempre.

Esa pérdida en el eslabón de la vida y del afecto más humano e instintivo me descolocó mucho y aún ejerce la percusión de mis lacrimales mientras escribo estas letras. Entre los muchos refugios en los que uno puede ocultarse para superar el duelo y la penuria, está la música; y en este caso el disco fundamental fue el EP de Eluvium An Accidental Memory in the Case of Death (04). Escasos 20 minutos henchidos de música clásica tan sencilla como conmovedora.


De nuevo esas portadas maravillosas, tan identificativas y tan ensoñadoras, son un bosque misterioso y amable donde perder nuestros sentidos dejándonos llevar. Este siempre será mi trabajo preferido de Eluvium y ocupa un lugar referencial en mi imaginario emocional.

De igual forma que lo es su disco entre comilllas "en solitario" como Matthew Robert Cooper que, si bien no se aleja tanto precisamente de esta vertiente de Eluvium, supone una colección de pequeñas joyas al piano que lleva el adecuado título de Miniatures (08). Más alejado resulta el viaje intrincado hacia el minimalismo y los drones del ambicioso y ampuloso Talk amongst the trees (05). Bajo mi punto de vista, un disco bastante más inaccesible, más etéreo y distante sin resultar en absoluto vacío, todo lo contrario: una obra que exige en el receptor poner de su parte para descifrar esa sustancia mágica que fluye lenta y constante como los enigmas de las pasiones más sutiles que nos brinda la existencia.


Lambent Material (03), su primer trabajo, lo tengo poco trabajado y no recuerdo honestamente demasiado su transmisión. Lo que sí me resultó una pequeña tragedia, fue hace tres años su vuelta con Similes, una decepción en toda regla que nos traía incomprensiblemente varios temas con la voz del artista dejando mucho que desear, al igual que en otro orden de cosas le ha ocurrido a Moby. Afortunadamente, el tirón de orejas debió ser inmediato por gran parte de fans y crítica, y ese mismo año edita Static Nocturne, cincuenta minutos de minimalismo y ambient que conforman un solo tema con las constantes que dibujan ese constructo antitético de distancia y emoción: sutil y lejano, impropio y cotidiano a la vez, como una caricia bastarda torpe y anhelada.

Y justo mientras escribo, me encuentro feliz ante un regreso por todo lo alto con su recién editado Nightmare Ending (13), álbum doble que conjuga todas las virtudes y las variables de lo mejor de su trayectoria en más de ochenta minutos que, por fin, reconcilian mi alma con el latido de un genio extraño y brumoso.

Os invito a sumergiros en la belleza que trasciende el transitar diario, en los futuros restos del ser humano cuando ya se haya extinguido: su legado artístico, el verdadero testimonio del alma.

Una pequeña muestra del tesoro que se esconde tras Eluvium.

viernes, 19 de octubre de 2012

Blackgaze: La batalla definitiva.


Desde hace tiempo la más fascinante lucha que leo por foros y páginas de internet es la que se está librando en torno a la etiqueta definitiva que marca tendencia: Blackgaze. Para los que no la conozcan, diré que viene de la fusión de lo que sería el Black Metal y, por otro, el Shoegaze.

Si a estas alturas tengo que explicar también las características sonoras de los dos estilos -qué sopor, tira de google-, está claro, con todos mis respetos, que este artículo no está hecho para ti.

El caso es que el Black Metal es un género, en su acepción más ortodoxa, que no me ha interesado nunca. Más allá de lo que supone una imagen y universo aledaño al musical con el que no me identifico nada, el extremismo de las voces gritonas, y no en pocas veces salidas de una granja avícola, y la sensación de monotonía tras murallas de sonido reiterativas y sin matices me provoca aburrimiento.

Obviamente, no soy ningún experto y me he acercado a otras tendencias más pesadas y ralentizadas: Me refiero ese elogio exacerbado que existe hacia los drones que, de igual forma, a las maneras de Sunn O))) me cansan y abruman y que a las de Stars of the lid -rama neoclásica, nada que ver- me emocionan profundamente por ejemplo.

El caso está en que los que hemos estallado en elogios y fiebre fervorosa de artistas como Alcest (te recomiendo la lectura de la entrada que les tengo dedicada), Les Discrets, Old Silver Key o Woods of Desolation, hemos percibido que no pocas veces se nos asocia a una especie de hype que, por mucho que me esfuerzo, no encuentro por ninguna parte.


Por que, a ver ¿en qué publicaciones nacionales o internacionales se le rinda espacio a estas bandas? Por favor, si la última maravilla de Les Discrets, Ariettes Oubliées, no hay forma humana de que en España, por ejemplo, sea conocida mínimamente.

Más bien lo que encuentro es una pataleta troglodita de los straight-edge blackmetaleros de disfraz que han visto como ciertas bandas que antaño se adscribían a su sonido han evolucionado en su sensibilidad y forma de entender la música, encontrando su realización artística en orillas que otros hace muchos años que transitamos.

Y ahí es donde radica la diferencia: los que amamos este sonido mucho tiempo antes incluso que los propios artistas bajo los que se denomina la nueva etiqueta, rendíamos nuestras lágrimas y latidos al post-rock y al shoegaze, los géneros ante los que más se adscribe el nuevo movimiento. Murallas de sonido mutables, desarrollos que se desplazaban desde el embrión hasta la muerte de la carne en detonaciones de sensaciones frágiles e intensas a la par.


Unos nos desvivimos por Mono o por Sigur Rós, otros por Explosions in the sky o Slint y otros por Slowdive o My Bloody Valentine, pero todos nos acercamos devotos con la franqueza carente de snobismo que nuestro propio pulso y pasión genera instintivamente ante la música.

Ese y no otro es el castigo que parece debamos sufrir, el de emocionarnos y conmocionarnos con una elaboración sonora maravillosamente envolvente y evocadora.

Por favor, no me golpeen en la cabeza con su maza de pinchos.


Les Discrets es uno de los más grandes tesoros ocultos actualmente dentro del universo musical. Como muestra, os invito a escuchar el asombroso viaje hacia ninguna parte que es este movimiento perpetuo: el de nuestras vidas al intentar escapar de nosotros mismos.