Si a estas alturas tengo que explicar también las características sonoras de los dos estilos -qué sopor, tira de google-, está claro, con todos mis respetos, que este artículo no está hecho para ti.
El caso es que el Black Metal es un género, en su acepción más ortodoxa, que no me ha interesado nunca. Más allá de lo que supone una imagen y universo aledaño al musical con el que no me identifico nada, el extremismo de las voces gritonas, y no en pocas veces salidas de una granja avícola, y la sensación de monotonía tras murallas de sonido reiterativas y sin matices me provoca aburrimiento.
Obviamente, no soy ningún experto y me he acercado a otras tendencias más pesadas y ralentizadas: Me refiero ese elogio exacerbado que existe hacia los drones que, de igual forma, a las maneras de Sunn O))) me cansan y abruman y que a las de Stars of the lid -rama neoclásica, nada que ver- me emocionan profundamente por ejemplo.
El caso está en que los que hemos estallado en elogios y fiebre fervorosa de artistas como Alcest (te recomiendo la lectura de la entrada que les tengo dedicada), Les Discrets, Old Silver Key o Woods of Desolation, hemos percibido que no pocas veces se nos asocia a una especie de hype que, por mucho que me esfuerzo, no encuentro por ninguna parte.
Por que, a ver ¿en qué publicaciones nacionales o internacionales se le rinda espacio a estas bandas? Por favor, si la última maravilla de Les Discrets, Ariettes Oubliées, no hay forma humana de que en España, por ejemplo, sea conocida mínimamente.
Más bien lo que encuentro es una pataleta troglodita de los straight-edge blackmetaleros de disfraz que han visto como ciertas bandas que antaño se adscribían a su sonido han evolucionado en su sensibilidad y forma de entender la música, encontrando su realización artística en orillas que otros hace muchos años que transitamos.
Y ahí es donde radica la diferencia: los que amamos este sonido mucho tiempo antes incluso que los propios artistas bajo los que se denomina la nueva etiqueta, rendíamos nuestras lágrimas y latidos al post-rock y al shoegaze, los géneros ante los que más se adscribe el nuevo movimiento. Murallas de sonido mutables, desarrollos que se desplazaban desde el embrión hasta la muerte de la carne en detonaciones de sensaciones frágiles e intensas a la par.
Unos nos desvivimos por Mono o por Sigur Rós, otros por Explosions in the sky o Slint y otros por Slowdive o My Bloody Valentine, pero todos nos acercamos devotos con la franqueza carente de snobismo que nuestro propio pulso y pasión genera instintivamente ante la música.
Ese y no otro es el castigo que parece debamos sufrir, el de emocionarnos y conmocionarnos con una elaboración sonora maravillosamente envolvente y evocadora.
Por favor, no me golpeen en la cabeza con su maza de pinchos.
Les Discrets es uno de los más grandes tesoros ocultos actualmente dentro del universo musical. Como muestra, os invito a escuchar el asombroso viaje hacia ninguna parte que es este movimiento perpetuo: el de nuestras vidas al intentar escapar de nosotros mismos.