Hoy intentaba recordar entre la pléyade de videojuegos en cassette de mi Amstrad CPC 464 monitor fósforo verde -luego estuve tan pirado que me pillé el monitor de color sin conversor de TV encima-, juegos que comprase instintivamente y que luego me parecieran especialmente simplones y delirantes.
Y llegué a la marcianada de Vixen, un plataformas en el que manejabas a una exuberante rubia oxigenada con el pelo cardado heredera de la mejor tradición heavy hair band vestida de pieles animales y armada con un látigo en mitad de la selva de un planeta remoto. La portada fue el reclamo para un infante que estaba en el despertar de los estragos de la voluptuosidad.
Hablemos mínimamente del desarrollo en cuestión: Con un scroll horizontal donde ibas matando bichejos fustigándoles y recogiendo joyas, el delirio llegaba cuando cogiendo los adecuados ítems te convertías en ¡¡¡una zorra!!! -no podía ser de otra forma- que grácilmente corría por grutas pixeladas recogiendo a su vez más joyas.
Los niveles sintéticos y muy limitados gráficamente, junto a un ritmo contrarreloj, se repetían hasta la extenuación y nos encontrábamos ante una copia descarada del planetamiento de los sagrados Castlevania de la familia Belmont y de un plataformas muchísimo mejor y más completo en el que, armado de una maza y con múltiples posibilidades de modificar tu arma o saltando encima de los enemigos, avanzabas por niveles bastante más elaborados. Me refiero a Rygar; bien es cierto que lo recuerdo más por la máquina recreativa de una bar al lado de mi casa que por la versión también rácana de los ordenadores de 8 bits.
Y me resulta divertido las argucias con las que atraía nuestra floreciente libido adolescente esas portadas tan ingenuas y potentes a la vez como ésta, heredera, sin llegar a su nivel neumático, de la del primer Barbarian de Palace Software (menos lúbrica la segunda, ambas con la potentísima Maria Whittaker) -compañía sacrosanta sólo por la serie bárbara y por los fascinantes Cauldron-, o la picardía púber con la que ansiábamos desnudar a Samantha Fox en su strip-pocker, o liarnos a, literalmente, tetazos en la mediocridad hispana del videojuego de Sabrina-un horrible beat'em up para flipar- o flirtear con prostitutas en el exotismo de un conversacional tan sórdido como Los Pájaros de Bangkok inspirado en el libro protagonizado por Pepe Carvalho.
Quien le diga a cualquier adolescente de hoy en día que nuestras fantasías se nutrían de semejante material poco más o menos nos tomarían como entes del Pleistoceno. Pero miren lo bueno: desarrollamos tanto la imaginación que eso nos permitió imaginar mundos imposibles como en el que por desgracia nos encontramos inmersos. Y estamos cargados de vidas extra.
hay tienes una versiòn remake del juego para PC
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=ECN5rRPW9sg
Curioso. Lamentablemente, todo se "emula", pero nada se "rescata".
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