"Ella siempre decía que se sentía como si estuviera perdiendo algo".
The Place Promised in Our Early Days
No me considero ningún experto en anime, pero es cierto que, tras muchos años alejado de él -yo también pertenezco al fenómeno Manga films adolescente que tantas cosas buenas y malas trajo consigo en tanto en cuanto a encasillar o limitar la perspectiva de una cultura-, he vuelto a retomar su visionado de forma bastante intensa.
El motivo principal es el lirismo y evocación que muchas veces encuentro en sus propuestas. Hasta ahora es algo que comento en petit comité o que me guardo para mí, pero el descubrimiento de la obra de Makoto Shinkai, me ha agitado fuertemente la entrañas.
Por eso, es el detonante de que le dedique mi primera entrada a este blog realizada en exclusiva para él, sin venir de ninguna publicación en otro medio o de alguna reflexión archivada en los muchos escondrijos de mi persona. Ni siquiera he visto toda su filmografía, pero me han bastado tres títulos para apreciar y sentir muy dentro sus principales inquietudes y la plasmación de lo que denominaré como el amor invencible/imposible.
Una dualidad clara para mí, ya que dentro de toda idealización y de idea de eternidad, subyace la tragedia que supone la imposibilidad, la quimera ilusoria que, a su vez, constituye el alma de todo lo que queremos.
Es maravilloso apreciar un director con una capacidad tan pura para captar la intensidad de las emociones, en este caso de narrar el tránsito vital de las relaciones amorosas inconclusas, heridas de muerte entre la paradoja que crea la distancia inabarcable que existe al estar junto a la persona deseada y que, sin embargo, revientan en catarsis cuando los surcos del tiempo y del espacio separan a los corazones anhelantes de encontrarse para transmitir aquello que su pudor o su cobardía nunca les permitió.
Son precisamente esas fronteras inabarcables del tiempo y del espacio las que marcan el desarrollo de sus películas. Como, cuanto mayores son las grietas que engrandecen ambos, mayor es el hambre y la impotencia por unir algo que por naturaleza debiera haberse fundido y no lo hizo cuando ambos límites aún no habían pergeñado sus infinitas simas.
Todo ello deriva en la soledad y el sufrimiento silencioso más devastador, a la vez que es el motor de la esperanza a un reencuentro imposible: un bullir continuo de la remembranza que casi se puede palpar mientras el desvanecimiento de la propia persona es más y más latente.
Shinkai lo convierte todo en un fluir emotivo donde uno derrama lágrimas sin saber si es debido a la narración, al despliegue visual, al cromatismo de ocaso o, por supuesto, a esas bandas sonoras que se filtran sin darte cuenta por dentro y ahogan la garganta como soporte ineludible al desarrollo de la historia; podría decir que es un sentimiento parecido al que experimento con las escuchas de las epopeyas de la banda japonesa Mono.
Y luego están sus constantes, no sólo ya argumentales, sino simbólicas: los trenes como líneas de fuga entre vivencias, la nieve como paisaje evocador para inmortalizar los instantes en nuestra retina, las miradas al vacío como embudos del alma, la comunicación escrita como fuego elemental para iluminar la oscuridad de la distancia, la contradicción inabarcable entre el cielo y la tierra que ejemplifican como nada el estar en otra parte, los vuelos del anhelo, la quietud del miedo, el sueño del deseo, la reflexión interna inevitable...tantos y tantos mimbres para construir un todo delicado y esencialmente puro, sin cortapisas de ningún tipo, pura naturaleza primigenia del padecimiento por sentir.
Y, bueno, concretizando títulos, decir que quedé prendado en primer lugar por A cinco centímetros por segundo, un conjunto de 3 cortos interrelacionados donde cronológicamente se desarrolla una relación de ese amor definido más arriba como imposible/invencible desde la adolescencia - punto de partida constante de Shinkai- hasta la adultez sorda fustigada por lo que algunos llaman "sufrir en silencio", todo ello salpicado de las trampas, las barreras y los trompicones del tiempo y del espacio.
De forma más concreta esto explotó en mi aorta con el primerizo corto Voices of a Distant Star; 25 minutos henchidos de emoción que dan más que de sí para remarcar las constantes descritas a través de una distancia, reitero, que en este caso juega espacio-temporalmente de una forma tan bella y emocionante que es imposible no caer rendido. La lucha constante por sobreponerse a su demoledor poder es celebración pura. Irrepetible.
Y, justo hoy, el día en que científicos matemáticos dan por hecho la existencia real de universos paralelos, he visionado The Place Promised in Our Early Days (esta y Voices of a distant star creo que no están dobladas; la de A cinco centímetros por segundo sí, pero recomiendo los subtítulos en castellano buenísimos que circulan de las tres). Quizá la más ambiciosa, o quizá lo vea así por ser un largo, pero en todo caso las señas de identidad se mantienen y la conclusión no es tan abierta como en los otros dos trabajos, algo que en unas obras que dan tanta importancia a la interpretación y al sentir libres del espectador, me hubiera gustado que de nuevo fuera más abierta o más metafórica. Juega de nuevo con ese mundo de gente fragmentada, que ha dejado inconclusos sueños y promesas y cómo eso influye en el desarrollo de realidades paralelas.
En cualquier caso, sirva esta entrada como agradecimiento a la obra de Makoto Shinkai. Gracias por purificar nuestro corazón, por insuflarle la sabia necesaria para seguir creyendo a través de él.
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