domingo, 21 de octubre de 2012

Quiero quererte.



Esta tarde he visto el DVD de Tori Amos Welcome to sunny Florida (gracias M.R. por el regalo que me hiciste en su día). Se trata del último concierto de su gira norteamerica de 2003 con motivo de la salida de Scarlet's walk -disco que narra un hipotético viaje al corazón sociopolítico de los Estados Unidos-.

En esa teóricamente soleada Florida y bajo, curiosamente, el marco de un día propio del Diluvio Universal, se trata de una actuación inmaculada: Tori se zambulle entre pianos y nos arroja durante más de dos horas su universo de vivencias con una sentida interpretación. Digamos que es una tierra media entre la excentricidad aguda de Antony Hegarty y la impoluta profesionalidad de Rufus Wainwright. Aprecio en ella la falta de ese tornillo que convierte a las personas en inesperadas, algo a mi juicio fascinante en un mundo tan encasillado con estereotipos y moldes globalmente aceptados.

Una factura soberbia de una artista entregada y sincera que, sin embargo, en ocasiones me saca de plano y hace que mi cabeza y mi corazón se desconecten; Hay momentos donde la emoción me sacude el cuerpo con temas como "Cooling" o "Your cloud", pero, y de ahí viene esta reflexión, desearía que lo que tengo ante mí me gustara más, quererlo de forma más intensa. No se trata de imponerme algo, aunque lo pareciera, es como si, tratando de hacer un análisis ajeno a las pulsiones que generan en nosotros los sentimientos, existiera un deber moral racionalizado que tratara de hacerme comprender que tengo que apreciar lo que hay ante mí.

Es la antítesis a otro estado que encontramos dentro de nosotros, el de desear que algo nos guste menos de lo que lo hace, como en el plano musical me ocurre con bandas como Placebo. Pero centrándonos en la sensación que he querido retratar y universalizándola a todas las facetas de la vida, estoy ante algo similar al dolor sordo que experimentamos cuando nos quiere más alguien (un familiar, una amante, un supuesto amigo...) de lo que nosotros lo hacemos hacia ella o él.

Esta es una de las mayores losas que podemos llegar a sufrir: la de sentir el amor y la entrega de alguien al que no conseguimos corresponder porque es algo que no nos sale de dentro. Y la pregunta es entonces, lector, ¿Se logra aprender a querer a algo o a alguien? Es decir, ¿Podemos obviar el plano instintivo, el impulso interno de apego o desafecto hacia ese algo o alguien, intentando racionalizar de forma "objetiva" lo que supone para nosotros y así llegar a aceptarlo?

No sabré nunca vuestra respuesta, pensadlo unos instantes...pero yo ya tengo la mía, ese intento, esa aceptación metódica y articulada es lo que se denomina cariño, una palabra curiosamente aceptada por todos y que, sin embargo, considero posee connotaciones fatales. Es la antítesis o el desvanecimiento de la pasión, del fulgor repentino inevitablemente destinado a difuminarse por completo en los cauces del tiempo.

Así, sólo el instante es eterno e intentar inmortalizarlo es una tarea del todo imposible, de igual forma que lo es la de adscribirse a una vida en la que la sucesión de instantes, de eternos imposibles concatenados sea el motor de ella; La única meta a rebasar desde esa perspectiva kamikaze es la del suicidio emocional y quién sabe si la del físico.

Ante este duro e inevitable descubrimiento que la conciencia humana nos descubre mientras vamos vagando por el mundo, no queda más salida que la resignación consciente.

El verano acaba hasta en Florida.


"Winter" es mi canción preferida de Tori Amos. Incluida en su primer trabajo, Litte Earthquakes, su ardiente supuración es metáfora viva de la pujanza con que se emprenden todas las obras que erigimos en nuestra juventud.

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