El pesado aroma que sucede a la pasión impregnaba el cuarto. Tumbados sobre la cama a oscuras y en silencio aguardaban la llegada del fin del mundo; Así semana tras semana, hasta comprobar por ellos mismos que nadie muere en domingo.
Es probable que de todos los instrumentos musicales existentes, la guitarra sea el que más emociones ha elevado hasta esta azotea sonora y, evidentemente, a la vida de su morador en Talk to Him. Era tiempo, como en su momento hice con los mejores bateristas, de rendir homenaje a los maestros de las 6 cuerdas que a través de su pericia, pero principalmente de su sensibilidad y de su manera de transmitirla -auténtico motor y esencia misma de llegar al corazón-, más lo han hecho.
Como son tantos, resultaba imposible juntarlos en una única carta sonora o artículo de blog y será a través de dos meses la manera en que estos 25 héroes, a los que tanto debo en mi construcción y supervivencia ventricular diaria, subirán hasta aquí arriba para lanzar al aire una vez más las notas y los acordes que nos hagan volar más allá de nosotros mismos, sólo hasta donde las canciones pueden llevarnos.
Como regalo final para esta primera parte del especial dedicado a los mejores guitarristas para el podcast, os dejo una salvaje interpretación de "Geek U.S.A." por parte de Smashing Pumpkins en el Rock Am Ring alemán de 1994, donde Billy Corgan muestra su brutal manera de tocar las seis cuerdas.
Este mes la carta sonora que presentamos resulta muy especial. Y lo es porque es la tercera vez que la azotea de Talk to Him se embarca en un viaje fascinante hacia el corazón de una de las bandas de nuestra vida: Smashing Pumpkins. En esta ocasión, nos sumergimos en los orígenes del grupo. Hablamos desde como su primitivo sonido gótico y siniestro mutó en una sonoridad cercana al rock alternativo y la psicodelia, de cómo se conocieron Billy Corgan y James Iha, de sus primeros conciertos acompañados de una caja de ritmos cuando se incorporó D'arcy al combo, de la fundamental entrada del extraordinario batería Jimmy Chamberlin para vertebrar y definir el sonido de las calabazas, de su efímera relación con el sello Sub Pop, de la grabación de Gish y la también esencial participación en la producción de Butch Vig para dotar de magia a esas primeras canciones, ensoñadoras e inmortales y, sobre todo, hablamos de cómo nuestro latido emocional nunca volvió a ser el mismo desde que les conocimos y nos ayudaron a dibujar un mundo absolutamente distinto e incomparable en lo más profundo de nuestra esencia.
Como añadido, os dejo el extraordinario Live on Pulse Basement Jam de 1988, todo un documento para atestiguar el enorme potencial que por entonces mostraba ya Smashing Pumpkins iniciando su leyenda.
Este mes en Talk to Him rendimos homenaje a un puesto fundamental en cualquier banda que se precie: el de batería. Siguiendo la premisa clásica de que un grupo de música es tan bueno como su baterista llegue a serlo, repasamos de la mano de Him los que a su juicio son los 10 músicos a la batería que más emociones han transmitido nunca. Cada uno de ellos representados a través de canciones en las que dan muestra de su asombroso talento y capacidad de transmitir sensaciones a través del ritmo, que no es otro que el que acelera nuestro corazón para seguir dando sentido a nuestra existencia a través de la música.
Es probable que algún lector de este blog haya leído en su momento el artículo especial que dediqué a Mellon Collie & infinite Sadness de Smashing Pumpkins, o bien quizás hayan escuchado el episodio del podcast Talk to Him que dediqué a esa época en el seno de la banda de Chicago. Pues bien, hoy me toca dedicarle un homenaje a su disco Adore y a todo el microuniverso tan particular e intransferible que nos brindó Smashing Pumpkins durante aquellos últimos años 90.
Adentrarnos en la etapa Adore es embarcarnos en un viaje a través de la noche más oscura, sensible e impenetrable. Una época única e irrepetible para la banda, donde logró construirse una imagen y un sonido tremendamente personales y mágicos. Os contaré cómo llega la banda hasta su concepción, los directos de la época, las posteriores reediciones, las canciones escondidas, su repercusión... todo ello mezclado como siempre con mis anécdotas vitales relacionadas con su aparición. Y es que la música nos construye por dentro y nos convierte en lo que somos. Las silenciosas tierras nocturnas de Adore se dibujan en la silueta del horizonte, adentrémonos en su portal dimensional eterno, perdido en las espirales de la memoria.
Y como complemento a este programa, os dejo aquí uno de los directos de la época. Se trata del concierto en el Jardín Botánico de Bruselas dentro del marco de la gira europea de Adore en 1998. Sus shows de entonces destacan por el enfoque que dan a sus canciones clásicas y por la riqueza de detalles y atmósfera que transmiten a su cancionero, tan bella como deliciosamente oscura y distante. Un frondoso bosque perdido en el que merece la pena perderse de vez en cuando para encontrarnos con nosotros mismos y los fantasmas de la memoria.
Est mes, la carta sonora de Talk to Him habla de muchas cosas. Habla de la pérdida de la niñez, del desplome de la inocencia, de la fragilidad de la ilusión, del ecosistema de los sueños, del valor de creer, de la ausencia de fe, de aceptar el cambio, de enamorarse de la tristeza...
Y lo hace a través de la única banda capaz de conglomerar todas esas emociones con un disco irrepetible. Nos referimos a The Smashing Pumpkins y a su trabajo más sublime, el barroco Mellon Collie and the Infinite Sadness. Un recorrido por una etapa fascinante; un universo personal e intransferible llevado al extremo de los sentimientos.
Algo desmesurado para algunos y que, para aquellos y aquellas que llevamos bien dentro su significado, es sólo la punta del iceberg de una sensibilidad que nos acompañará hasta que dejemos este mundo. Una carta dedicada, fundamentalmente, a quienes sienten la tristeza más inevitable: la de haber sido un día felices.
Podría escribir muchísimas más cosas sobre esta banda y este disco, pero creo que ya hice un acercamiento lo suficientemente personal y emotivo como para recomendar su lectura en este mismo blog si deseáis profundizar más en este fragmento de corazón perdido en las espirales del tiempo y el espacio. Podéis hacerlo aquí.
Por cierto, si lo hacéis, os recomiendo prestar atención a los testimonios de los lectores que quisieron compartir sus vivencias y recuerdos asociados a este mapa ventricular de cruda realidad, encendidos sueños e inevitable tragedia.
Como extra final a esta entrada del blog, os dejo el concierto acústico grabado en 1996 en Madrid por Smashing Pumpkins, en plena gira Mellon Collie & The Infinite Sadness, coincidiendo con su paso por España, poco antes de la trágica muerte de su teclista Jonathan Melvoin y posterior expulsión de Jimmy Chamberlain de la banda. Disfrutad esta pequeña joya.
Este mes, Talk to Him dedica su programa a un año clave en el devenir de la música popular contemporánea: 1991.
La década de los 90's, tan injustamente olvidada e incluso silenciada en su amplitud cultural y apertura de miras, arrancaba con un año en el que se daba pistoletazo de salida a la fiebre del rock alternativo y el fenómeno de la música independiente. Y como buque insignia, el segundo trabajo de Nirvana, Nevermind, con ese himno generacional que fue "Smells like teen spirit". A rebufo de su lanzamiento, Seattle se convirtió en el centro neurálgico del mejor rock mundial durante la primera mitad de la década
En su origen, ambas etiquetas eran sinónimo de rebeldía, insurrección, creatividad e inquietud. Actualmente, por desgracia, ambas etiquetas hace tiempo que fueron absorbidas por la propia industria, convirtiéndose en el estándar contra el que justamente se erigieron en su nacimiento.
De igual manera, ese año fue clave en la inspiración de muchas bandas asentadas que ofrecían en muchos casos su última gran muestra de talento: Guns 'n Roses, Metallica, Red Hot Chili Peppers y U2 son el perfecto ejemplo.
Espero disfrutéis la selección de lanzamientos compilados durante estas dos horas, desde luego no están todos los que son, pero sí que son todos los que están.
Como extra a la selección realizada para el podcast, os dejo un tema de Spiderland, el trabajo de Slint que supuso la revelación sonora del fenómeno post-rock y que durante los siguientes años copó el mercado del rock instrumental más inquieto y emotivo.
Esta semana quiero rendir homenaje en mi blog a una práctica entrañable que por desgracia ha caído en desuso. Una vez que la tecnología y otras posibilidades de acceso a la música han hecho olvidar en la bruma de los tiempos algo que muchos hicimos y disfrutamos, grabar vídeos musicales, me resulta un ejercicio de nostalgia necesario rememorar esos momentos; en mi caso concreto y en el de otras tantas personas, el canal al que acudimos aquí en España fue Canal+, aunque luego las televisiones locales y hasta Antena 3 transmitiendo el European Top 20 semanal ofrecieron citas ineludibles.
Aún recuerdo cuando corría apresurado por la calle para llegar a tiempo a casa de insertar mi cinta de VHS en el vídeo y grabar el estreno de "What's the frequency, Kenneth?" de R.E.M. a la una de la tarde, porque la expectación era tal que hasta se anunciaba la fecha en que se estrenaban los vídeos musicales, algo inimaginable con internet hoy día, la nula expectación que supone al estar a un click de verlo en cualquier momento o filtrarse meses antes de existir publicado algo.
Hace veinte años no era así. Antes tenías que estar a una hora determinada delante de la televisión esperando qué vídeo iban a poner. Algunos por supuesto los echaban multitud de veces y no era difícil hacerte con ellos tarde o temprano. Otros, sin embargo, eran escasísimas las veces que podías verlos y son auténticas reliquias perdidas en memoria analógica recluida en cajas de cartón.
Esta recopilación de vídeos que he seleccionado no pretende ser en absoluto exótica: la mayoría de lectores habrán visto estos vídeos, pero son importantes para mi desde la perspectiva del impacto que me generaron y de la emoción que me transmitieron. Les acompañaré de una breve historia asociada. Coyunturalmente en su mayoría son de mitad de la década de los 90 al ser el momento en que exploté esta afición, pero el primero y sobre todo el último están fuera de ese periodo temporal como prólogo y epílogo.
Pet Shop Boys "Being Boring". Una preciosa canción del disco más introspectivo de Pet Shop Boys, Behaviour. Una bella postal en blanco y negro rememorando la nostalgia de las fiestas adolescentes locas de cuando "nunca estábamos aburridos, teníamos demasiado tiempo para conocernos a nosotros mismos".
Guns 'n Roses. "Estranged". Un babilónico despliegue del último gran exponente del hard rock, excesos por doquier en una epopeya acerca de sentirse incomprendido en un mundo hostil. Tan grandilocuente y poderosamente abrumador como sólo una banda con el carácter y la pegada de Guns 'n Roses podía permitirse.
Pearl Jam. "Jeremy". Una canción que narra el suicidio real en mitad de clase de un adolescente incomprendido que se voló la tapa de los sesos. Una muestra palpable de la intensidad a flor de piel de los primeros Pearl Jam con un Eddie Vedder fuera de control, el héroe al que nos asimos tantos como yo en la época.
R.E.M. "Everybody Hurts". No importa las veces que esta canción haya sonado, sigue conservando su capacidad de conmover como el primer día. Un sentido vídeo grabado en mitad de un atasco de tráfico, donde cada persona reflexiona internamente acerca de los demonios que acucian su vida como apreciamos en sus gestos y los subtítulos que representan sus pensamientos.
Depeche Mode. "Walking in my shoes". Sin duda una banda con una pasión desbordante en todo lo que tocan. Su cuidado por el videoclip no es una excepción. Este magnético vídeo de simbolismo y cromatismo hipnotizantes es el envoltorio perfecto para su canción más perturbadora e infernal.
Smashing Pumpkins. "Disarm". La intensidad y el dramatismo de una canción como "Disarm" increíblemente no perdieron fuelle en un vídeo elevado y doliente, con esos planos de tejados hirientes y la banda flotando ingrávida mientras que el desengaño producido al perder la niñez acuciaba a ras de suelo.
Suede. "The Wild Ones". Una oda inmortal al amor invencible y radiante cuando refulge de pasión, capaz de llevarse por delante todo. Lo que más me gusta del vídeo es Brett Anderson caminando envuelto en su abrigo por ese otoño crepuscular. Una de las canciones de mi vida.
Björk. "Joga". Me resulta casi imposible elegir un sólo vídeo de Björk, probablemente la artista con más cantidad de obras maestras en este sentido. "Joga" aúna ser una canción emocionantísima con la extraordinaria belleza que retrata el videoclip: una serie de fenómenos y parajes naturales convulsos, violentos y bellos que, al final, se desvelan como el propio interior que se aloja dentro de la islandesa a través del agujero que hay en su corazón. Otra joya de Michel Gondry.
Radiohead. "No Surprises". Radiohead nunca ha sido una banda acomodada y a partir de la culminación que supuso O.K. Computer, menos. Este vídeo agónico se representa por sí mismo, impactante y desgarrador. Inevitable en este caso acompañarlo a poder ser de su demoledora letra.
Epílogo.Sigur Rós. Glósoli. Hace muchos años que ya no grabo vídeos y que realmente ni siquiera me intereso por ellos. En la mayoría de casos no son más que acciones promocionales bastante obvias e incluso desfasadas. Pero a veces hay excepciones que te dejan petrificado, como para mí lo fue el encontrarme con este vídeo de Sigur Rós, sin lugar a dudas mi banda preferida de la última década.
Es tremendamente difícil acompañar una música tan evocadora, cada uno construimos las imágenes que nos sugiera el corazón a través de su escucha, pero este viaje hacia la fatalidad que supone la pérdida de la inocencia, el transformarse o evolucionar en esta vida como único resorte de supervivencia a pesar de la renuncia que ello supone, está grabado a fuego en mi interior.
Y hasta aquí esta pequeña colección de acompañamientos visuales que de una forma u otra han complementado canciones hermosas. Sirva para rememorar los impulsos de primera juventud que nos llevaron a recopilar colecciones de videoclips caseras que probablemente hayan sido sepultadas para siempre.
Hoy día todo resulta más accesible, menos la felicidad.
Las pasadas navidades recibí de las dos personas que más quiero en el mundo un regalo muy especial: la edición del boxset de Mellon Collie and the infinite sadness,la obra magna de Smashing Pumpkins. Con esta entrada no quiero referirme a los aspectos de la preciosa caja, ni a todo el material extra o artístico del que dispone, sino que, aprovechando este momento tan emotivo como ha sido el propio lanzamiento y el hecho de serme ofrecido por dos seres tan amados, rendir tributo al disco que, junto a Ten de Pearl Jam (leer aquí lo que significa para mi el debut de los de Seattle) más ha significado en mi existencia.
Si hay dos bandas en mi vida trascendentales, esas son Pearl Jam y Smashing Pumpkins. Ambas conforman las dos caras de la misma moneda que es mi sensibilidad. Desde muy joven he necesitado su escucha para canalizar mis distintas vivencias, sueños, anhelos, dudas o frustraciones a través de su música. Smashing Pumpkins en concreto me despertaban la sensación de ansiar amar y ser amado, de enamorarme de forma explosiva y dejar correr el torrente de emociones internas que eso supone sin freno alguno y, sobre todo, la de embarcarme en la misión quimérica de encontrar a esa persona tan especial que debía de estar respirando en algún lugar del planeta capaz de permitirme sentir lo anteriormente descrito. Ya lo expresaba de forma clara "In the arms of sleep", la letra de canción que llevé escrita a bolígrafo verde en el cartón sobre el que tomaba apuntes en la universidad: "necesito a alguien que haga fácil pensar, pero a veces ese alguien es difícil de hallar".
Fue con el vídeo de "Cherub rock" cuando les conocí, cuando esa mezcla de dulce distorsión, guitarras asombrosas, batería pesada y polimórfica y esa voz nasal incómoda a la par que personal y conmovedora de Billy Corgan me sacudieron por vez primera.
Su disco Siamese Dream me cautivó muy pronto, su sonido tan apasionado, su lirismo sangrante por vivir, arrebataron mi impresionable corazón cargado de adolescencia volcánica y salvaje. Algo muy animal, muy instintivo, un disco de elevación máxima que me acompañaba los calurosos veranos donde los rayos de sol inundaban mi cuarto mientras catárticas mezclas de saltos, lagrimas y guitarrazos al aire inmortalizaron para siempre canciones como "Hummer", "Disarm" o "Mayonaise".
Así iba recibiendo las noticias sobre la gestación de Mellon Collie en aquellos tiempos que la radio era el medio de comunicación que nos las proporcionaba a través de programas que seguíamos devotamente; mi mente no paraba de fantasear acerca de cómo sonaría aquello, de a dónde me llevaría su escucha, qué tierras vastas e inexploradas de sentimientos vírgenes surcaría al sumergirme en el nuevo trabajo de Smashing Pumpkins. Sólo sabía que era un trabajo doble y que adelantaba ser un enlace entre los Pumpkins de siempre y una apertura hacia nuevos sonidos.
Un disco doble, madre mía, era el sueño más deseado por cualquier fan de la banda, el culmen de mis aspiraciones; los excesos barrocos y la ambición de uno de los grandes genios de por aquel entonces, un alma frágil y sensible capaz de permitírselo, dejando un testamento sonoro que traspasara las barreras de lo efímero. Y así fue: James Iha, D'Arcy, Jimmy Chamberlain y Billy Corgan afrontaron la obra como si fuera la última, vaciándose, sin dejarse nada en la recámara, un enfrentamiento entre personalidades difíciles en batalla constante que, sin embargo, al fundirse en la creación eran capaces de obrar maravillosas canciones.
Recuerdo la tarde que me encaminé al centro de Madrid a por el disco a unos grandes almacenes, posiblemente era el primer disco doble que compré en mi vida y recuerdo emocionado el decirme a mí mismo que "daba igual lo que costase, que lo compraría igual, con el dinero que me dieran mis padres o ahorrando". No sé, imaginaba que ese tesoro que para mi mente suponía aquello tendría un valor incalculable, algo a lo que no me podría ni acercar, como si fuera un talismán perdido en la torre más inexpugnable de un castillo. Y luego, ahora recuerdo con una sonrisa, estaba en oferta de lanzamiento.
Pero era ese valor añadido mágico, ese ritual, lo que hacía único cada instante; parece como si pudiera rememorar hasta el color de aquella tarde, hasta los pasos que di o hasta los murmullos de la gente paseando por las calles a mi alrededor. Y me doy cuenta de lo tan distinto que es todo ahora que casi tengo que abandonar el teclado para reponerme.
Por fin estaba en mis manos, y al poco estuvo en mis oídos, y muy pronto en mi corazón, dentro, perdido, encerrado y fluyendo constantemente en ciclos perpetuos. Los discos estaban divididos en base a la duración de un día. El primer CD se titulaba "Del amanecer al anochecer" y el segundo "Del crepúsculo a la noche". En los momentos más enfervorecidos recuerdo la escucha doble de ambos, dos horas seguidas inmerso en su sonido.
Pero de nuevo el ritual, la liturgia, conllevaba escuchar adecuadamente cada uno de ellos. A primera hora de la mañana, mientras divisaba el rojo amanecer por la ventana, escuchaba el primero y el segundo lo introducía en el lector antes justo de meterme en la cama con las luces apagadas por la noche. Así la travesía era más real aún, más palpable: miles de imágenes de duendes, murciélagos, fantasmas, océanos inabarcables, anillos misteriosos o estrellas mortecinas dibujan su halo a escasos centímetros de mí mientras que el asombro y el ensimismamiento no me permitían distinguir realidad de ficción, no sé si yo vivía a través de las canciones o si las canciones cobraban vida a través de mí.
Comenzaba a sonar el primer tema, la instrumental "Mellon Collie and the infinite sadness" y mientras los arreglos se iban añadiendo ya estaba listo para bucear y no querer salir a la superficie, era la llave para escapar a este mundo. Me recordaba cuando era pequeño y, cuando los adultos me preguntaban qué quería ser de mayor, sólo les contestaba que astronauta u hombre-rana.
Y ella explosionaba después en "Tonight, tonight", la elevación máxima de la banda, una orquesta llevando su sonido al infinito en una canción con unos versos clarividentes declaración de principios: "El tiempo nunca es tiempo en absoluto, nunca te puedes marchar sin perder un pedazo de juventud y nuestras vidas han cambiado para siempre, nunca seremos los mismos , y cuanto más cambias, menos sientes".
Con estos versos se podría resumir a la perfección las intenciones de Mellon Collie, un disco que habla de la pérdida de la niñez, del desperdicio de la juventud, del paso inexorable del tiempo y de las transformaciones a las que ello nos lleva.
Y eran versos que me hacían llorar, versos que posteriormente pedían creer en alguien y que alguien creyera en ti para amar y ser amado, para trascender a un cruel mundo y a las inclemencias de hacerse mayor. A veces parecía que eso podía ayudarte y otras que no era así, dependiendo de la canción: en la epopeya sónica de "Thru the eyes of ruby", esa creencia ya no servía "Pero la creencia no es ver, la creencia es sólo algo de fe y la fe no puede ayudarte a escapar", aunque al final de la misma el abrigo del misterio y de la irrealidad nocturna parecían ayudar con el grito desesperado y reiterativo de "La noche ha llegado para mantenernos jóvenes".
Al final parecía que eso era engañarse a uno mismo, otra solución que también fundía en la tristeza más absoluta como en "Galapogos": "No es divertido como fingimos ser todavía niños, dulcemente robados bajo nuestro manto del cielo y rescátame de mi, y de todo en lo que creo.", o bien en la más desatada de las furias ejemplificada a la perfección en la extrema "Tales of a Scorched Earth": "Miento sólo para ser real, y moriría sólo por sentir ¿Por qué las mismas viejas cosas siguen ocurriendo? Porque más allá de mis esperanzas no hay sentimientos".
La decepción y la pérdida estaban presentes de forma amarga en preciosos pasajes como "To forgive", un canto a dejar de sentir interés y pasión por las cosas "olvidé olvidar, nada es importante"a la par que cada vez uno se encuentra más solo en este mundo "sentí mi pérdida incluso antes de aprender a hablar y recuerdo mis cumpleaños vacías tardes de fiesta que no regresarán". Es el momento en que anclarse junto a alguien que sienta y padezca lo mismo para desvanecerse junto a él, buscar esa complicidad como ocurre en la bella "By starlight" "Ojos muertos, ¿eres como yo? porque sus ojos estaban tan vacíos como los mares, Ojos muertos, ¿eres como yo? Y desde el principio, sabíamos que seguiríamos adelante sólo para pertenecernos". O, si no encontrábamos a esa persona, encontrarnos a nosotros mismos en el espejo y recordar la invencibilidad transitoria de la adolescencia con nostalgia punzante a través de "1.979": "Con los faros apuntando hacia el amanecer, estábamos seguros de que nunca veríamos un fin a todo esto".
En lo musical, las señas de identidad de los espachurra-calabazas seguían presentes en perfectos ejercicios de estilo como "Jellybelly", tres minutos que condensaban lo que hasta entonces había sido su carrera o en cantos elevados como "Muzzle" a través de la que uno trataba de congraciarse al fin y al cabo con el amor a la vida por difícil que pareciera tras asimilar cada una de nuestras vivencias: "Y supe del significado de todo, Y supe de la distancia que hay al sol, Y supe del eco del amor , y supe de los secretos de tus agujas , y supe del vacío de la juventud , y supe de la soledad del corazón , y supe de los murmullos del alma ,y el mundo está dibujado en tus manos , y el mundo está grabado en tus manos , y el mundo tan difícil de entender,es el mundo sin el que no puedes vivir".
El extremismo en la expresión de las emociones era latente en los surcos de la obra, ya fuese a través de riffs de guitarra violentos como los de la demoledora "Zero", poseedora del verso que más escribí en las mesas de la facultad posiblemente: "intoxicado por la locura, estoy enamorado de mi tristeza" -y una de sus mejores canciones sin asomo de duda-, las guitarras entrecortadas de "Here is no why", o el rasgueo incisivo y los dislocados tirones/parones de "Fuck you (an ode to no one)".
Pero lo que impresionaba era la forma de cantar, o de no cantar mejor dicho, de Billy Corgan: el grito desgarrado, el aullido desafinado y extremo se convierte en el último recurso de expresión de una persona vaciada al límite de sus capacidades transmisoras, dando hasta la última gota de sangre en las interpretaciones. ¿Quién no recuerda el grito final de "Bullet with butterfly wings" -su nuevo dardo envenenado a la vampírica industria musical-, o la demencia del estribillo de "Bodies"- impresionante tema que quizá sea mi preferido de la banda y que comparaba el amor con el suicidio en otro revés a la esperanza- o, por encima de todo, el "And into the eyes of the jackyl i say ka-boom" de "X.Y.U.", paranoica muestra de energía que venía a ser el nuevo "Silver fuck".
Otra constante tenía de nuevo sus momentos álgidos: los temas extensos y ensoñadores, auténticas mini odiseas dentro de la propia que suponía escuchar el disco. Junto a las ya mencionadas "Thru the eyes of ruby" y "X.Y.U." hay que mencionar especialmente "Porcelina of the vast oceans", epopeya lisérgica que trasladaba a una jornada a través de mares infinitos en búsqueda del brillo lejano y desvanecido del amor a lo largo de diez minutos desbordados por guitarras crepusculares.
Centrándonos en otros aspectos adscribibles al universo Pumpkin de la época, comentar que los iconos visuales pertenecientes a esa época y experiencias como verles en directo en el Festimad de Móstoles, son parte imborrable igualmente de mi persona: sus atavíos plateados, la omnipresente sudadera de "Zero", los cabellos teñidos de James Iha y D'Arcy, los poderosos brazos de Jimmy Chamberlain y el pelo aplastado repeinado de Billy Corgan como agonía capilar antes de raparse la cabeza, siguen siendo recuerdos de los cuales tengo que hablar al rememorar Mellon Collie.
El diseño y arte final del disco también me fascinaba. Apostaba por ilustraciones de corte clásico, en la mejor tradición victoriana, pertenecía a John Craig. Distintos collages donde animales fabulosos que parecían sacados de cuentos nos sumergían en acciones extrañamente humanas, contextos estrambóticos (conejos jugando al baseball, gatos casados por un cura perro, ardillas congregadas en un fumadero de opio...) que ayudaban a penetrar en la atmósfera intransferible del álbum, la guinda que faltaba para sentirnos como Alicia a punto de precipitarse por el hueco del árbol y entrar en otra dimensión.
Todo este panegírico asombroso e imborrable para mí y otros tantos miles de personas, sólo contaba con el pequeño inconveniente de una producción algo baja y difusa: Mellon Collie and the infinite sadness había que ponerlo muy, muy alto para lograr chocar de frente con todas las virtudes retratadas. De ahí la importancia de una remasterización, si bien toda esta pulsión que aún me sorprende sentir de forma tan meridiana y henchida, forma parte del pasado, del baúl abandonado a miles de leguas de profundidad.
De allí desde donde susurra "Stumbleine" que "nunca nadie entiende nada sobre mí y mis sueños perdidos en el mar".
El videoclip de "Tonight, Tonight" es una maravillosa representación del universo Smashing Pumpkins
aparte de un homenaje entrañable y fabuloso al cine mudo.