Adelante, Bonaparte
Buena Suerte
Raúl Del Olmo - 18 de Abril de 2010
En un principio, busqué premeditadamente escapar de tener que realizar esta crítica. El motivo era doble: por un lado, la propia escucha de material nuevo de una banda que uno considera imprescindible crea vértigo. No se puede evitar sentir temor ante la decepción de algo que te toca tan dentro, algo que nunca te ha fallado y te ha ayudado en incontables veces; pasa con todas las cosas y personas en esta vida. Y por otro, tras haber pasado el trance de las escuchas primeras –sólo, sentado a oscuras, setenta y pico minutos mirando fijamente el equipo musical sin más interrupción que la de cambiar de Ep-, la responsabilidad conmigo mismo pasaba por ser capaz de escribir algo a la altura de aquello que había penetrado en mí. Ahora, frente a esta pantalla y a un folio repleto de notas, me veo obligado a decir que me siento orgulloso de hacerlo. El único miedo que me queda, es el de aceptar que algún día ya no me harán derramar lágrimas siempre “Adelante, Bonaparte (I)” y “Cuando ella toca el piano”.El desarrollo que sigue Adelante, Bonaparte (10), dividido en 3 Eps, alcanza un minutaje que perfectamente habría entrado en un cedé, pero no es en modo alguno gratuito. La estructura se divide en 3 partes bien diferenciadas que permite relatar un recorrido circular perfecto que arranca en el choque que supone la muerte de alguien querido en un ser aún en proceso de construcción, bucea en los recuerdos infantiles de instantáneas desgastadas en sepia; pasando con el segundo episodio al choque ante la dura realidad que convierte sueños y anhelos en decepciones durante la juventud y se cierra en el tercero con la cura del amor –como me dijo alguien, las mierdas compartidas saben a menos- y el fruto vivo consecuencia de ello. En definitiva: Un transitar del Tánatos al Eros para entender a través del último el primero (extraordinario el paralelismo en base a esto que existe en los versos entre el tema que abre la obra y el que la cierra). Ya tienen una comparación lo suficientemente elevada los cuatro de turno que consideran pretencioso el álbum para que me lo consideren a mí y desvíen su atención de algo que no les corresponde.
Vivalaguerra (06) apostaba por un planteamiento más universal, y Adelante, Bonaparte, desde algo particular, muy personal intenta explicar cosas comunes a cualquier existencia. Y aquí radica uno de sus aciertos mayores. Poder identificarte con tantos lances: yo también he tenido que pasar el trance de besar un corazón que ya no latirá (“Todos de pie”), autoexaminarme para darme cuenta lo miserable que soy (“Cobarde pecador”) o cuestionarme las mismas preguntas para dar sentido a la existencia (“Elefante”). Así, este trabajo se fundamenta en la reflexión que lleva a que el ser humano, tras su desafiante desarrollo tardoadolescente, pase de querer considerarse diferente al resto a mirarse bien en el espejo de sus semejantes y darse cuenta de que todos, para bien o para mal, nos parecemos con nuestras miserias y desengaños, compartiendo las mismas dosis de vinagre. No habría cosa mejor que explicase la evolución ejemplar de la carrera de Standstill y que me permita darme cuenta de la mía propia a su vez.
En el plano musical, algún torpe de cerebro demanda más descargas de electricidad a estas alturas, sin entender cosa alguna del camino emprendido hace años. Ahora por el contrario asoman cortes arriesgados en el primer ep que no cabrían en un álbum al uso como “Hombre araña” o “Cosquillas no (esta niña me gusta)”, cortes que ayudan a rememorar ese mundo de extrañamiento mágico que rodea nuestros pensamientos infantiles. También aflorar bellos arreglos de cuerda y viento, especialmente en el ep tercero, para lograr una expansión sonora y emocional que demandan los temas (“Elefante”, “Canción sin fin”), suponiendo un paso más en los planteamientos de Standstill.
Cabe señalar que estamos ante el disco en que la impronta de Enric Montefusco es más trascendental, en absoluto de forma invasiva, ya que es ese viaje a las cavernas de sí mismo el que dota de un carácter intransferible y vivo a la obra, pero sí es cierto que el potencial instrumental del resto de miembros se pliega al servicio de la idea con resultados no tan espectaculares como en anteriores ocasiones, pero del todo adecuados cara a lograr el concepto y la transmisión del mismo. En cuanto a las letras, la riqueza y complejidad poética y lírica de algunas figuras de Vivalaguerra (06) o, en menor grado, Standstill (04), dejan paso a unos versos más sencillos y por ello de emoción más directa, sin duda lo más expuesto que han hecho nunca (crepuscularmente bello el ejemplo de “El resplandor”). Digamos que la complejidad que rodea Adelante, Bonaparte en su concepción, se equilibra con resultados más llanos en algunas composiciones (“La hora del acuario”, “Sálveme quien pueda”).
Adelante, Bonaparte es, en definitiva, la plasmación más sutil, sentida, solemne y seria que una obra puede hacer del difícil arte de vivir.
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