lunes, 28 de febrero de 2011

The Road

 


Montaraz post-apocalíptico



El género post-apocalíptico tiene una serie de referentes con un empaque indiscutible y que hace complicado aportar elementos o historias atractivas en toda categoría artística. Ahí tenemos los Mad Max del ínclito Mel Gibson, su réplica nipona en el manga-anime de El Puño de La Estrella del Norte o novelas de lectura obligada como Soy leyenda de Richard Matheson -por favor no rememoren el film cuando lean esto-.

The road (La carretera), la novela de Cormac McCarthy, se ha convertido en un “must” de estos últimos años para los amantes del género y era muy esperada su adaptación al mundo del celuloide. Y podemos respirar tranquilos, a pesar de los lugares comunes en los que todos podíamos pensar.
La historia, lejos de centrarse en los postulados y tics propios como la estética ciberpunk o los engendros mecánicos que pueblan un mundo desvastado, huye de lo superfluo para narrar un cuento que es existencialismo puro, de una humanidad palpable a toda vista, como si leyésemos a Camus en las postrimerías del fin del mundo.





El punto de partida, la supervivencia de un padre (Viggo Mortensen, tan inmenso como acostumbra) y su hijo (Kodi Smit-McPhee, gratísima sorpresa) a través de un viaje hacia la costa este norteamericana tras un inexplicable cataclismo, es la excusa para ahondar en una película que es mucho más. De hecho, inteligentemente, pasa de largo sobre los motivos que producen dicha catástrofe. Por el contrario muestra el dilema de cómo educar a alguien, de cómo poder transmitirle y mantener unos valores en un contexto social inexistente, cuando cualquier postulado o referente social previo ha sido erradicado del mapa en una situación límite en la que no cabe el juicio ético personal.

De un vitalismo atroz y descarnado, por mucho que pudiese parecer lo contrario, el film exuda esperanza. Una esperanza que, como toda aquella que se precie, sólo puede existir en una situación de desesperanza, en la que tiene hambre por perdurar, pese a estar al filo de la navaja, el superviviente nato.

Unas interpretaciones que rayan a un nivel extraordinario, mención especial también para Charlize Theron en el papel de esposa del protagonista y la aparición atómica de Robert Duvall, ayudan a que la narración y su poesía crespuscular musicada extraordinariamente por Nick Cave y Warren Ellis, alcancen una lírica visual que conmociona como hacía tiempo no lo lograba una propuesta de estas características, y si me apuran como nunca se hubiera hecho.


 

El conflicto personal contado a través de certeros flashback en la relación afectiva Mortensen-Theron alcanza las cotas mayores de combustión emocional del metraje. El paralelismo que se construye a través de la supervivencia física y la supervivencia conyugal en una situación límite aporta un enfoque distinto y más profundo a los planteamientos previos del género, mucho más en la corteza de las cosas.

La nostalgia también aflora en muchas escenas, si bien es cierto que en algunas que parten del desastre presente para evocar el pasado, como la del encuentro del piano o la del puente, pecan de remarcarla y reiterarla más de la cuenta evitando una sutilidad que quizá se reclame más puntualmente.

Si bien existe un viaje real con un supuesto destino, la metáfora de ese camino va mucho más allá, es el camino hacia la esencia del ser, de lo que queda de la persona en su plano más animal, más instintivo, muy en la forma de Hacia Rutas Salvajes, si bien en un contexto radicalmente distinto.

Los puntuales encuentros entre personas, demuestran a las claras la máxima de cómo el hombre es un lobo para el hombre ante un escenario fatídico, en una dualidad moral entre el bien y el mal igualmente certera, sin maniqueísmo alguno. Supurantes de humanidad pese a todo, rememoran el rico intercambio metafísico de Una Historia Verdadera.

A estas alturas y haciendo balance en mi maltrecho transitar, no me cabe más que mutar de género al film y hablar de road movie trascendentalista. Y bueno, aconsejar que los cuatro frikis cejijuntos de decodificación fílmica más cercana al monstruo que al ser humano huyan de ella y dejen paso, como diría nuestro héroe, a los que llevan el fuego.


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