domingo, 20 de febrero de 2011

Madelman

Estos días vengo recordando los varoniles madelman con los que jugaba mi hermano en su infancia. Robustos, de mirada cetrina, musculados, siempre dispuestos a realizar su heroico cometido como soldados, como bomberos, como cazadores, como pilotos, como buzos... Trepidante metáfora del super-hombre infalible, cero defectos, siempre diligente y eficiente en su tarea.
El otro día, de mudanza, encontré en casa de mis padres por casualidad uno de estos muñecos en comprometida pose: desprovisto de todo ropaje identificativo y flexionado en una postura imposible -tan grotesca como la del albatros del poema de Baudelaire-, el amasijo desprovisto de identidad yacía mudo de contenido. Me sorprendió aún más su principal carencia: no tenía pene. Un muñeco apolíneo, terso, de marmóleo mentón, donde la entrepierna había dibujado un vacío sólido.
La evolución del macho es un hecho de plástico.

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