El pesado aroma que sucede a la pasión impregnaba el cuarto. Tumbados sobre la cama a oscuras y en silencio aguardaban la llegada del fin del mundo; Así semana tras semana, hasta comprobar por ellos mismos que nadie muere en domingo.
Este mes en Talk to Himqueremos rendir un homenaje a los mejores discos publicados en los primeros años del Siglo XXI.
Como sabéis, desde el podcast hacemos un repaso anualmente a los mejores 20 lanzamientos discográficos editados durante cada ejercicio, además de otras múltiples clasificaciones como mejores conciertos, EP's, decepciones, menciones de honor, etc.
Si queréis rememorar alguno de estos programas emitidos durante 2015 y 2016, podéis encontrarlos en los siguientes links:
Los 20 mejores discos de 2015:
Del 20 al 11:
Del 10 al 1:
Los 20 mejores discos de 2016:
Del 20 al 11:
Del 10 al 1:
Lo que quizá algunos no sepáis es que estas listas de mejores discos fueron confeccionadas durante muchos años antes por mí en un programa de radio multicultural, la Parada de los Monstruos, actualmente desaparecido. Para rememorar todos esos números uno durante el tiempo que realicé estos rankings, concretamente desde el año 2000 al 2014, el programa de este mes hará un repaso de ellos como ejercicio de introspección emocional y, a su vez, como rescate de una serie de obras imprescindibles por completo. Espero disfrutéis de este viaje nostálgico y vivificador.
Me resulta difícil hablar de Standstill separando de ello mi trayectoria vital. Mis grandes satisfacciones y sinsabores existenciales han tenido su música como banda sonora permanente. Por ello, la noticia de su separación -o parón indefinido, según sus palabras- ha sido un jarro de agua fría.
No obstante, las declaraciones de Enric Montefusco y el comunicado de la banda al respecto han sido de una sinceridad y de una coherencia monstruosas; tales, que tiraban de espaldas y justificaban lúcida e inequívocamente tal decisión. Ojalá todos supiéramos sabernos retirar a tiempo con el mismo brío e intención con los que intentamos empezar las cosas.
Esta visita a la capital suponía un adiós que prometía emoción, encuentros interiores y un enfrentamiento claro y directo con uno mismo. Eso es lo que ofrece Dentro de la luz (13) y su correspondiente espectáculo escénico, Cénit, el cual los catalanes venían a presentar, una ocasión única para la introspección carnal más reflexiva y valiente.
Hablo en condicional porque varios hechos truncaron lo que debiera haber sido la presentación al uso de Cénit: problemas con los proyectores, problemas físicos de algunos de sus miembros y, sobre todo, el hecho de que este concierto fuera a suponer el final de la banda como tal sobre las tablas -a excepción del futuro tributo en Apolo a su etapa B-Core primitiva-.
Esto hizo confluir lo que era un espectáculo íntimo, difícil y apasionante en su digestión -como lo es su último disco- con lo que debiera ser una celebración repaso a sus grandes canciones más conocidas. A mi juicio, la mezcla de ambas facetas salió descompensada, coja y desorientadora. No, desgraciadamente no podemos decir que fuera un concierto memorable. Lo sabemos. Lo saben.
Los temas de Cénit sonaron, curiosamente, muy bonitos y lustrosos, si bien ya es casualidad que mis dos canciones preferidas, y sin duda las de mayor calado emocional de Dentro de la Luz, fueran omitidas: "Puedo pedir" y "Si vieras". Aún así, y ciertamente jodido porque era la primera vez que escucharía esas dos letras ante mí en vivo, el resto de temas acompañados de láser, humo y juegos de luces otorgaron cierta aura de réquiem purificador.
No tan bien paradas salieron las canciones repaso a su carrera desde ese punto de inflexión, a la larga revelador e imprescindible, que fue su disco homónimo publicado en 2004. En parte, esto fue debido a una frialdad y a un distanciamiento palpables entre los miembros de la banda, pese a lo conmovidos que estaban cada uno de ellos individualmente. Hay que reconocerlo: Standstill parecían una banda herida de muerte en cuanto a química entre sus miembros y las continuas arengas a pasarlo bien, cantar y bailar de Enric no hacían otra cosa que acrecentar una atmósfera turbia.
Pero, por encima, estaban sus canciones y su recuerdo. Y su indispensable presencia en mi vida, algo que tuvieron, tienen y tendrán dentro de mi corazón; algo que me ha permitido explicar lo que es sentirse parte de su comunidad emocional universalmente presentada en ese retablo de la lucha cotidiana de un ciudadano cualquiera que es Vivalaguerra (06) y su inmortal gira, haber padecido y superado grandes baches personales a través de obras tan indiscutiblemente personales y arriesgadas como Adelante Bonaparte (10) y poder contar lo que suponen para mí, e, incluso, poder preguntar a su principal compositor lo que suponen para él a través de entrevistas.
Esos pequeños acercamientos a su mundo, y tener la suerte de deshojarlos bajo mi prisma para los demás, es un pequeño privilegio, quizá algo mundano, pero que me llevaré a la tumba, lo mismo que me llevaré sus caras despidiéndose de un público entregado y suplicante por que volvieran tras dos bises indicando que "les echaban" literalmente de la sala mientras todos gritábamos desde abajo "Sí se puede" antes de que los dueños de la sala pusieran música de ambiente y se plegaran instrumentos y montajes. Puro espíritu de los tiempos.
No, no diré las canciones que sonaron mal, desangeladas o fuera de contexto. No lo merezco recordar, no lo merezco expresar y no lo merece una banda que me dio tanto. Prefiero quedarme con la fuerza infinita que siempre transmitió en directo "La mirada de los mil metros", el angustioso cántico de "Feliz en tu día", la celebración inmortal -y tan doliente en un día como ayer- de "1,2,3, Sol" o la recurrida y extrañamente bella "Cuando".
Y sí, a medio gas, deshilachados y con la herida abierta demostraron que el hueco dejado por la coherencia, la fe en un proyecto y la valentía del que cree en el valor de lo que hace es de un tamaño descomunal, más en estos tiempos; un auténtico agujero negro al que da pavor mirar. Hoy, más que nunca, también somos, fundamentalmente, aquello que perdemos.
Standstill presentando en C33 su disco VivaLaGuerra.
(Números uno anuales elegidos por mí para el programa de radio La Parada de los Monstruos).
Como sabéis año a año realizo una lista de mis discos preferidos en ese ejercicio. Supone una forma de mirar atrás y hacer inventario de la banda sonora que ha acompañado mis días durante ese periodo: el refugio antes sufrimientos, la exaltación de los placeres y, en definitiva, el testimonio de seguir viviendo. Esta es la recopilación de los discos fundamentales cada año de la pasada década; poco importa si actualmente suponen más o menos en mi vida, lo que trasciende es el valor coyuntural que les dí en ese momento y les convierte en parte inexcusable de mi ser.
2000. The Cure: Bloodflowers. Uno de sus trabajos más densos y mejor trabajado literariamente si esto es aún posible a esas alturas en una de las plumas que mejor sabe constatar la crónica del nacimiento, auge y desvanecimiento del amor: Robert Smith, el último ser que supo acoger el significado auténtico del termino "Romanticismo" en sus entrañas. Letanías arrastradas que van ahogando al oyente en la escucha bajo un magma de cieno mientras observa la desintegración de todo en lo que alguna vez creyó.
2001. Weezer. Green Album. Actualmente una banda dispersa, incontinente por momentos e incapaz de repetir la eficacia e inspiración certera para crear melodías y canciones con pegada directa e imbatible. Pero todo fue distinto en aquel lejano 2001 cuando Rivers Cuomo y los suyos regresaban a la palestra tras muchos años con un disco de duración ajustada lleno de himnos del mejor power pop con músculo que se recordaba, todo impregnado de ese deje melancólico vintage 50's que era la guinda a un trabajo donde no sobraba ni un segundo.
2002. Sigur Rós.( ). Este es el grupo que más me ha acompañado en los momentos más trascendentales de mi vida en los que he necesitado cauterizar los efectos de algún acontecimiento en mi persona. Su capacidad de evocación, fragilidad y ejemplo intangible del ideal de belleza nunca alcanzó una excelencia mayor para quien os escribe. Un disco que huía de las trabas del verbo, de las acotaciones de títulos, artworks o cuestiones externas para que uno mismo construyera a su manera el retablo hermoso y doliente de aquellos que no renuncian a sentir por encima de cualquier cosa. Inmortal.
2003. A Perfect Circle. 13Th Step. Una de las bandas más anheladas, con su segundo trabajo logró acrecentar el intrincado universo de emociones al que transporta su música. Como la más abrasadora muralla de hielo, se cernían sobre nosotros un conjunto de canciones que desde cierta distancia vaporosa e ingrávida lograban traspasarnos las entrañas derritiendo nuestra persona y drenando nuestra sangre sumidos en un escalofrío mudo.
2004. Chucho. Koniec. El disco más incomprendido de Chucho, el proyecto con el que más maravillas nos obsequió Fernando Alfaro rozando casi el legado de Surfin' Bichos. Un disco rasposo, incómodo, que suena desde su propio título a final, pero que no lo hace por la vía fácil ni autocompasiva, sino a través de un compendio de vivencias propias del universo canino en un trabajo que rebosa honestidad, desencanto y valentía para denunciar los varapalos que la existencia nos propina. El absoluto territorio yermo en youtube para encontrar material de calidad de este álbum, constata su malditismo injusto y facilón.
2005. Ryan Adams & The Cardinals. Cold Roses. Estas rosas frías que nos ofreció Ryan Adams fue el cénit creativo de un año donde llegó a publicar hasta tres discos de estudio. Sentidas tonadas del mejor rock de raíces norteamericano, siempre dulces, pero no empalagosas, con una capacidad para conmover realmente encomiable y desarmante, convertía cada canción en nuestra pequeña gran tragedia cotidiana en constante ajuste de cuentas con el espantapájaros deshilachado del desamor. Tragedias de habitación que calaban hondo.
2006. Standstill.VivaLaGuerra. Una de las bandas nacionales que más ha crecido exponencialmente lanzamiento a lanzamiento, conseguían por fin un lenguaje propio e intransferible en esta su obra más trascendental. Un retablo de pequeños combates cotidianos en los que la guerra particular de cada cual no es jamás dada por vencida y que, por encima de todas las cosas, nos une en esas pequeñas miserias y conquistas humanas que van copando nuestro transitar como migajas encima de una mesa hasta crear un esbozo siempre incompleto de lo que somos.
2007. Los Planetas. La leyenda del espacio. Los planetas comenzaron con este disco su inmersión en la tradición folklórica española, algo que ya habían hecho puntualmente con antelación. Contrariamente a lo que piensan algunos esto no les hizo perder carácter, todo lo contrario: sus canciones ganaron en complejidad, oscuridad y emotividad. Un trabajo de estudio reverencial hacia el flamenco que, adaptado a su libro de estilo, se convertía en un cuadro de letanías profundas, sentidas y estremecedoras. Tradición, "quejío" y electricidad cauterizadora.
2008. Sigur Rós. Með suð í eyrum við spilum endalaust. Los islandeses conseguían con esta impronunciable obra su trabajo más heterogéneo. Nuevas vías expresivas más terrenales se mezclaban en perfecta armonía con sus ejercicios más etéreos, aquellos que nos permiten viajar a un mundo irreal donde refugiarnos de los sinsabores de aquel en que habitamos y no pocas veces nos lanza dentelladas sin compasión alguna. La constatación definitiva de que el talento de Sigur Rós, unido a su emotividad inalcanzable en cualquier otra banda, eran infalibles a pesar de humanizar sus cualidades divinas.
2009. Mono. Hymn to the immortal wind. Los japoneses Mono lograban con este disco la consagración absoluta del post-rock en alianza con la música clásica. Nunca nadie antes había integrado la ampulosidad de ambos estilos con tanta maestría y con un resultado tan sobrecogedor. Una obra de una melancolía ingente, un viaje al fondo del recuerdo, donde habitan los sentimientos más puros y olvidados, un peregrinaje hacia los restos del naufragio para, con la abnegación y el amor más invencibles, construir desde las cenizas la fortaleza más infranqueable que se haya erigido jamás a través de las vivencias inmortales de los corazones más a flor de piel.
(En la recopilación de escritos acerca de Standstill, no puede faltar esta profunda entrevista a Enric Montefusco. Siempre me da miedo conocer más cerca a quien admiro y necesito. Para Muzikalia en su día).
Adelante Bonaparte (10) es otra meta alcanzada por Standstill. Siempre un paso más allá de cualquier expectativa, su último trabajo es un acercamiento universal – desde una persperctiva personal- al recorrido que es nuestra existencia, al viaje entre luces y sombras que nos acompaña desde que venimos al mundo.
Para desentrañar y acercarnos a su concepción, hablamos con Enric Montefusco y, de paso, también conseguir acercarnos más a nosotros mismos.
Adelante, Bonaparte parece la culminación a un estilo como banda. Es algo tan inmenso y elaborado que resulta difícil poderle imaginar continuación posible. ¿Has tenido esa misma sensación a la hora de terminar la obra? En caso de ser así, ¿es una sensación que ya pudisteis tener con discos que pulían un determinado estilo como Memories collector? Por la propia forma que tenemos de funcionar y el sentido que le damos a la banda, la verdad es que esa sensación de la que hablas, que tiene que ver con el vacío, con el haberse vaciado, es algo que nos ha pasado a menudo y que reconocemos, sí. La primera vez asusta un poco pero luego uno ya lo entiende como una fase más que hay que pasar en el proceso. Afortunadamente, la vida no se detiene ahí y al cabo de un tiempo, ya ves las cosas con otra perspectiva, necesitas tratar otros temas según lo que te haya pasado y hacerlo con formas nuevas que te resultan estimulantes. Y así sucesivamente.
El sentido absolutamente personal desde el cual se enfoca la obra, muy basado en tus experiencias, logra trascender a lo que podría ser considerado una necesidad artística y emocional propia. ¿Cómo consiguió el resto de la banda entender el planteamiento de Adelante, Bonaparte y sentirse a la vez miembro partícipe de algo que sale de tan adentro de uno? ¿La aparente sencillez de algunos cortes fue algo que costó asimilar a una banda con tanto potencial musical por parte de cada miembro? Una de las ventajas de llevar ya unos cuantos años haciendo discos es que, a base de trompazos y malentendidos, uno acaba aprendiendo algo y llamando a las cosas por su nombre. Que yo sea el compositor (en todas las bandas que no se disuelven a los dos días suele haber uno, y cuanto más personal es la composición, mejor y mas trasciende la pieza) no quiere decir que alguien mas no pueda sentirse partícipe del proyecto. Es una cuestión de afinidad y de complementariedad. De sumar en una misma dirección. Y es evidente que el equilibrio actual funciona y que ellos aportan muchísimo en diferentes aspectos. Por eso somos una banda.
Respecto a la sencillez, es una línea que nos apetecía a todos; a estas alturas ya no es estimulante ni necesario que toquemos todos todo el rato, con el instrumento que se supone que tocamos. En ese sentido ha sido incluso liberador que Piti haya tocado la batería, que Ricky haya sintetizado sus baterías, que yo haya tocado el piano, que Falkner haya trabajado arreglos de teclado y piano diferentes a los que suele hacer, que haya habido espacio en las canciones para Pau Vallvé y el quartet Brossa con vibráfonos y cuerdas, y en general que hayamos intentado darle a cada tema lo que creíamos que mejor le sentaba. En respuesta a tu pregunta, creo que hemos entendido mas que nunca que lo importante es el potencial de la suma de nosotros, no de cada uno por separado.
¿Cómo conseguiste vencer el pudor a ser tan tremendamente explícito en las letras de vuestro último trabajo. ¿Es ese camino hacia las cosas contadas sin tantos recursos, metáforas y de forma directa otro paso que querías dar en tu forma de escribir?
Tengo la sensación de que por pudor, efectivamente, quizás en otros discos me protegía inconscientemente a través de ambigüedades y juegos de palabras. Decía lo que quería decir pero a la vez me cubría y daba muchísima cancha a interpretaciones. Insinuaba mas o menos ingeniosamente, más que contaba. Sinceramente no tengo muy claro por qué con Adelante Bonaparte eso ha cambiado, no ha sido para nada algo premeditado. Aunque ahora que me haces pensar en ello, quizás a día de hoy necesito compartir, mas que impresionar.
Otro paso adelante en el plano formal lo encontramos en los cuidados arreglos e instrumentaciones no tan habituales de las que hacéis gala en el último trabajo. ¿piensas que es algo circunscrito a este momento coyuntural o tienen visos de expandirse más aún en un futuro?
No tengo ni idea, la verdad. Es pronto para saber qué será lo siguiente. Lo que está claro es que estamos muy contentos con su papel en Adelante Bonaparte.
¿Piensas que la fábula circular a la que hace referencia Adelante Bonaparte es una catarsis personal en cuanto a canalizar experiencias que marcan la vida de cada uno? ¿Cuál crees que es el secreto para que algo tan particular pueda trascender a la esfera del individuo y convertirse en acto de comunión entre los oyentes de Standstill?
No sé, yo entiendo que, en esencia, todos pasamos por las mismas fases y tenemos las mismas sensaciones; aquél que nos matriculó nos hizo realmente parecidos... En ese sentido creo que el único secreto es sacar todo eso que uno, y solo uno, encarna en cada momento, y hacerlo libremente sin que te contamine demasiado tu grupo favorito y sin pensar demasiado quién se supone que eres. Cuanto mas particular sea tu aportación, creo que más real, y por tanto universal, resulta ser luego.
Adelante, Bonaparte me resulta un disco, al menos para mí, infranqueable, rico, de digestión lenta, que requiere una escucha atenta y pautada. ¿Cómo encaja eso con el aparente aumento de público que os acompaña justo con este lanzamiento tan arriesgado y ajeno a las concesiones? ¿Alguna vez has notado una sensación de pudor o extrañamiento sobre un escenario al cantar unos temas tan a flor de piel y particularmente tuyos? No debería preocupar demasiado la cantidad de público que uno tiene. Ni cuando es para mal ni cuando es para bien. Es mas importante estar pendiente de si el público que uno tiene está ahí por las razones adecuadas, las que a uno le gustaría. El día que vea que gran parte de nuestro público está ahí para ver cómo muevo el culo, por ejemplo, tendremos un problema, y gordo. Pero eso no llegará a pasar. Nuestro público, por lo que veo, tiene edad indefinida, y origen e intereses diversos. Si está allí es simplemente porque en algún momento sintonizó, entendiendo perfectamente lo que significa en esencia nuestra propuesta. Nosotros, dicho sea de paso, hacemos un gran esfuerzo para que así sea.
En tiempos como los que corren, sacar un disco dividido en 3eps de corta duración es algo valiente y que deja muy a las claras que la intención de la obra está por encima de formatos y concesiones. ¿ Conseguir hacer las cosas como uno verdaderamente quiere transmitir, a pesar del enorme esfuerzo, hace seguir confiando en la autoedición?
Está muy bien no tener que dar explicaciones a nadie, ni andar pidiendo tratos excepcionales. Al final es frustrante para todo el mundo. Y Bcore no tenía la culpa de que fuéramos raros, tampoco. Nuestros proyectos suelen tener siempre un componente de riesgo y de ambición artística que pide a gritos un marco propio para ser gestionados. Y creo que se ha notado bastante el cambio cuando hemos empezado a poder hacer lo que nos ha dado la gana. Me gustaría matizar añadiendo que la libertad también tiene sus precios, pero esa ya es otra cuestión.
A diferencia con vuestra anterior obra, Vivalaguerra, donde las canciones gozaban de una autonomía muy fuerte, esta vez es como si con Adelante, Bonaparte el concepto, la cohesión, mandara sobre cada tema en particular. ¿Es ese el motivo por el cual necesitábais defenderlo con un espectáculo como Rooom donde, bajo mi prisma, las virtudes de la obra se expanden enormemente sobre las tablas?
Sí, realmente los dos discos no se parecen mucho, entre otras razones, por lo que comentas. La idea con Adelante Bonaparte era que, al escucharlo, al ir llegando cada canción, se fuera arrastrando el peso de todas las anteriores. Y lo mismo con los epés. Una especie de (en el fondo, sencilla) narrativa cercana a la del cine o la novela tradicional, donde no tiene sentido sólo valorar cada escena o capítulo por separado. En ese sentido, como bien dices, con el Rooom, el directo de estas canciones coge todo su potencial.
Siempre me resulta algo inocente y fuera de lugar las peticiones por parte de un grupo de fans que os acompaña desde el principio el pedir “mayor caña” –que no intensidad porque de esa vais sobrados- en los discos. ¿Consideras que la escena hardcore desde la que provenís es una escena poco flexible a los cambios, demasiado integrista?
Desgraciadamente mi experiencia me dice que hay gente cerrada en todas partes. Pero bueno, como te decía, lo importante es que tu público esté ahí por las razones adecuadas. Si a alguien le gustaba Standstill sólo porque metía caña, pues quizás se quedó en la fachada, y es una lástima. En cualquier caso, he de decir que todo el mundo está en su derecho de fijarse en lo que le salga, le apetezca o lo que le sirva más.
Standstill es un ejemplo de coherencia y de mutación estilística razonable, sentida y sin abandonar la esencia de relatar el arte de vivir con las esperanzas y miserias con las que nos levantamos día a día. ¿Cuál consideras que es esa esencia que se ha mantenido inalterable, pese a la evolución e inercia de nuestras vidas desde que The Tide escupía furibundo su lucha contra las mentiras establecidas en un mundo inocuo?
Me cuesta verlo como un mérito. Creo que sólo responde a la necesidad de sacar esas cosas que uno tiene en el estómago, y hacerlo sin autocensur ni los temas en sí, ni las formas que te salgan, aunque a veces puedan parecer una locura, como lo de cambiar de idioma. Si lo haces así, la coherencia y la razonabilidad que comentas, vienen solas.
Gracias, Enric por seguir dando aire a una banda que nos ayuda a escapar siempre hacia delante en nuestro transitar.
Gracias a ti!
(Escrito para Muzikalia. Un disco importantísimo en mi vida por todo lo que rememora en mí).
Adelante, Bonaparte
Buena Suerte
Raúl Del Olmo - 18 de Abril de 2010
En un principio, busqué premeditadamente escapar de tener que realizar esta crítica. El motivo era doble: por un lado, la propia escucha de material nuevo de una banda que uno considera imprescindible crea vértigo. No se puede evitar sentir temor ante la decepción de algo que te toca tan dentro, algo que nunca te ha fallado y te ha ayudado en incontables veces; pasa con todas las cosas y personas en esta vida. Y por otro, tras haber pasado el trance de las escuchas primeras –sólo, sentado a oscuras, setenta y pico minutos mirando fijamente el equipo musical sin más interrupción que la de cambiar de Ep-, la responsabilidad conmigo mismo pasaba por ser capaz de escribir algo a la altura de aquello que había penetrado en mí. Ahora, frente a esta pantalla y a un folio repleto de notas, me veo obligado a decir que me siento orgulloso de hacerlo. El único miedo que me queda, es el de aceptar que algún día ya no me harán derramar lágrimas siempre “Adelante, Bonaparte (I)” y “Cuando ella toca el piano”.
El desarrollo que sigue Adelante, Bonaparte (10), dividido en 3 Eps, alcanza un minutaje que perfectamente habría entrado en un cedé, pero no es en modo alguno gratuito. La estructura se divide en 3 partes bien diferenciadas que permite relatar un recorrido circular perfecto que arranca en el choque que supone la muerte de alguien querido en un ser aún en proceso de construcción, bucea en los recuerdos infantiles de instantáneas desgastadas en sepia; pasando con el segundo episodio al choque ante la dura realidad que convierte sueños y anhelos en decepciones durante la juventud y se cierra en el tercero con la cura del amor –como me dijo alguien, las mierdas compartidas saben a menos- y el fruto vivo consecuencia de ello. En definitiva: Un transitar del Tánatos al Eros para entender a través del último el primero (extraordinario el paralelismo en base a esto que existe en los versos entre el tema que abre la obra y el que la cierra). Ya tienen una comparación lo suficientemente elevada los cuatro de turno que consideran pretencioso el álbum para que me lo consideren a mí y desvíen su atención de algo que no les corresponde.
Vivalaguerra (06) apostaba por un planteamiento más universal, y Adelante, Bonaparte, desde algo particular, muy personal intenta explicar cosas comunes a cualquier existencia. Y aquí radica uno de sus aciertos mayores. Poder identificarte con tantos lances: yo también he tenido que pasar el trance de besar un corazón que ya no latirá (“Todos de pie”), autoexaminarme para darme cuenta lo miserable que soy (“Cobarde pecador”) o cuestionarme las mismas preguntas para dar sentido a la existencia (“Elefante”). Así, este trabajo se fundamenta en la reflexión que lleva a que el ser humano, tras su desafiante desarrollo tardoadolescente, pase de querer considerarse diferente al resto a mirarse bien en el espejo de sus semejantes y darse cuenta de que todos, para bien o para mal, nos parecemos con nuestras miserias y desengaños, compartiendo las mismas dosis de vinagre. No habría cosa mejor que explicase la evolución ejemplar de la carrera de Standstill y que me permita darme cuenta de la mía propia a su vez.
En el plano musical, algún torpe de cerebro demanda más descargas de electricidad a estas alturas, sin entender cosa alguna del camino emprendido hace años. Ahora por el contrario asoman cortes arriesgados en el primer ep que no cabrían en un álbum al uso como “Hombre araña” o “Cosquillas no (esta niña me gusta)”, cortes que ayudan a rememorar ese mundo de extrañamiento mágico que rodea nuestros pensamientos infantiles. También aflorar bellos arreglos de cuerda y viento, especialmente en el ep tercero, para lograr una expansión sonora y emocional que demandan los temas (“Elefante”, “Canción sin fin”), suponiendo un paso más en los planteamientos de Standstill.
Cabe señalar que estamos ante el disco en que la impronta de Enric Montefusco es más trascendental, en absoluto de forma invasiva, ya que es ese viaje a las cavernas de sí mismo el que dota de un carácter intransferible y vivo a la obra, pero sí es cierto que el potencial instrumental del resto de miembros se pliega al servicio de la idea con resultados no tan espectaculares como en anteriores ocasiones, pero del todo adecuados cara a lograr el concepto y la transmisión del mismo. En cuanto a las letras, la riqueza y complejidad poética y lírica de algunas figuras de Vivalaguerra (06) o, en menor grado, Standstill (04), dejan paso a unos versos más sencillos y por ello de emoción más directa, sin duda lo más expuesto que han hecho nunca (crepuscularmente bello el ejemplo de “El resplandor”). Digamos que la complejidad que rodea Adelante, Bonaparte en su concepción, se equilibra con resultados más llanos en algunas composiciones (“La hora del acuario”, “Sálveme quien pueda”).
Adelante, Bonaparte es, en definitiva, la plasmación más sutil, sentida, solemne y seria que una obra puede hacer del difícil arte de vivir.
(Para mi querida Muzikalia escrito originariamente).
Sala Heineken
Madrid
Raúl del Olmo - 07 de Junio de 2007
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Ser seguidor de Standstill se ha convertido en un estilo de vida. Pocas veces podemos afirmar, de verdad, que una banda nos ayuda a vivir. Vivalaguerra supuso una escisión, ya apuntada en su predecesor Standstill, que les transformó de referentes extraordinarios de post-hardcore a referentes inevitables de nuestros conflictos y experiencias cotidianas. El salto ha sido de vértigo y conlleva sentir su lírica en la epidermis misma. Qué les digo del miedo que existía en mí por que, a quemarropa, sus composiciones recientes se difuminaran. Nada más lejos de la realidad.
El repertorio giró en torno a sus dos últimos trabajos -¿de veras alguien a estas alturas pedía otra cosa?- y sonó valiente y poderoso gracias a una acústica nítida, riqueza de matices –ese teclado/guitarra de apoyo fue fundamental-, un Enric pletórico en el plano vocal, y lo más importante: una presencia escénica rotunda, a años luz de las inseguridades filtradas antaño.
El inicio sorprendió por su intensidad: “Poema nº 3”, “Yo soy el presidente de la escalera”, “¿Por qué me llamas a estas horas?”, “G.M.”, “Por todas las cosas”…noquearon con su maquinaria rítmica metrónoma. Qué hablar de lo que supone escuchar a escasos diez metros las letras de “Noticias del frente”, “La risa funesta” o “Víctor San Juan”: escalofríos.
Antes del bis, un encadenado hizo aflorar lágrimas: “1, 2, 3, sol” –emocionante comunión con el público- y el tiro de gracia con “Feliz en tu día” –aún más doliente que en estudio-. La vuelta al escenario supuso un guiño al pasado: “Let them burn” (versión The Latest Kiss), “Not the place” y “Always late”, que no rechinaron con respecto a todo lo anterior, precedieron a la magia de “Cuando”, dejándonos en la encrucijada entre la esperanza, la resignación y la añoranza.
Más vale que les mimemos, no estoy tan seguro de que nos les merezcamos tanto.
(Recupero a continuación, como homenaje a una de mis bandas fundamentales, una serie de escritos míos recopilados por la red. Esta es una vieja crítica realizada para Freek Magazine allá por el año 2004 de su disco homónimo).
STANDSTILL > “STANDSTILL” (BCORE, 2004)
Fecha: 1 de June de 2004 / Autor: Raúl del Olmo
oherencia: la clave para entender la evolución de una de las bandas más inquieta y creativa de la escena nacional. Ni uno solo de sus pasos lo ha marcado el conformismo o la duda ante la posibilidad de aportar un discurso que siempre gana en matices y esboza nuevos caminos. Demostraron que el hardcore es más que rabia unidireccional producto de la frustración con la complejidad lírica y musical que atesoraba el inabarcable "Memories Collector". Ahora la decisión era más arriesgada: mudar del inglés al castellano sin perder las señas de identidad. El resultado no desmerece nada la carrera ejemplar de los catalanes. No se dejen influir por las lenguas viperinas que ven en ello una maniobra para abrirse al mercado: nada más lejos de la realidad, la decisión surge de la necesidad expresiva del compositor, aunque ello suponga un salto al vacío traducido en un disco difícil que requiere -y merece- un considerable número de escuchas. Por si fuera poco, Standstill siguen creciendo como músicos ofreciendo unas bases rítmicas ejemplares, verdadero baluarte de este trabajo: escuchen "La Vieja Gibellina", "G.M." o "Un Gran Final". Una obra de tonalidades grises, desangelada, cruda y difuminada, reflejo de la resignación frente al desencanto de una vida que sólo nos regala ausencias.