A lo largo de la historia musical, son muchos los discos que bien el público, bien la crítica o bien incluso ambos han considerado raros en función de las expectativas y de la trayectoria de los artistas que se han encargado de crearlos. Generalmente, este extrañamiento lo provoca un cambio de orientación estilística, arriesgados experimentos o trabajos, directamente, inclasificables por el resultado, el planteamiento o la coyuntura existencial a través de la cual se generaron. Hay casos en los que estas raras avis, por algún motivo concreto, se convierten en nuestra debilidad particular, formando parte del olimpo de obras indispensables a las que recurrir habitualmente en aquellos momentos en los que las necesitamos.
Espero disfrutéis de este viaje desde el puesto 15 al más importante, trufado de anécdotas artísticas y personales escritas a lo largo de la carta sonora que elaboro mes tras mes desde mi azotea ventricular.
Como contenido extra a los 15 discos que componen el programa, os dejo otras 3 menciones de discos que se han quedado fuera por poco. Os recomiendo encarecidamente su escucha si no los habéis disfrutado nunca.
Candlebox. Happy Pills (1998). Tras un segundo disco fallido y la injusta etiqueta de segundones de los grandes del grunge que siempre acompañó a los de Seattle, era de esperar que su tercer disco no interesara prácticamente a nadie. Sin embargo, nos encontramos ante un álbum repleto de estupendas canciones, elaboradas guitarras y mucho sentimiento, para mí su mejor trabajo. Además, fichan para la ocasión nada más y nada menos que a Dave Krusen, el mítico batería que grabó Ten de Pearl Jam.
Foo Fighters. In your honor (2005). El disco doble de Foo Fighters dividido en dos partes, una digamos "contundente" y otra "acústica", despistó a gran parte de sus fans y de la crítica. Como en muchos otros casos, haber compilado las mejores canciones en un solo largo hubiera dado un resultado compacto y tremendamente atractivo. Aún así, el nivel exhibido en su primer disco, el de las canciones más duras y agresivas, es tan bestial que compensa con creces la flojera experimentada en algunos tramos de su otro disco baladístico, faceta en la cual, todo sea dicho, Foo Fighters nunca consiguen deslumbrar tanto como cuando tiran de electricidad y de los alaridos del bueno de Dave Grohl.
God is an astronaut. Origins (2013). La banda irlandesa de post-rock lanzaba hace unos años su disco más heterogéneo, muy emocionante a la vez, quizá lejos de sus obras capitales, pero aún así se trataba de una nueva lección de sensibilidad y explosiones acertadas de electricidad. Su proximidad al sonido de los Mogwai más recientes y el uso del vocoder pasó factura a sus fans más integristas, relegándolo al olvido injustamente. Aún hay tiempo para corregir tamaño disparate.
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