viernes, 4 de enero de 2013

The Killing: Más que un Twin Peaks 2.0


En el artículo que escribí en torno Mad Men (leer aquí), ya comenté el increíble estado de forma en el que se encontraban las series de televisión en comparación al cine actual. Pues bien, hoy toca rendir homenaje a una de las tapadas, de las alejadas de los elogios generalizados: The Killing.

Como muchos sabréis, se trata de una serie de origen danés, Forbrydelsen (El Crimen), que consta de tres temporadas de duración actualmente. En este caso, me referiré al remake norteamericano producido por Fox. Por tanto, al no haber visualizado la danesa, no conozco las diferencias, las similitudes -más allá de las propias de la trama y personajes- y cualquier consideración derivada de la comparación entre ellas. Para conocerlas en profundidad, baste con rebuscar en la red estos aspectos: el artículo girará en torno a la serie norteamericana que, y eso está claro, tiene la suficiente autonomía como para ser diseccionada en profundidad por sí misma al contar con las virtudes suficientes la adaptación en sí.

Una de las cosas que más se han dicho de The Killing es compararla con una de las series fetiche por antonomasia en la vida de muchos de nosotros: Twin Peaks. En origen, la comparación tendría sentido ya que el punto de partida es la investigación policial en torno al brutal asesinato de una adolescente. La Laura Palmer de Twin Peaks vendría a ser en este caso Rosie Larsen. El arranque también muestra visos de turbiedad asociados a la víctima, una en teoría doble vida o detalles ocultos que pudieran convertir a la víctima en un ser desdoblado que bajo un envoltorio frágil, delicado y dulce escondiera un ser agotado por sus propias obsesiones, adicciones y mala vida en general.

Sin embargo, inteligentemente en este caso, la serie pronto, tras dar esas pistas falsas -muy propias al desarrollo de The Killing en sí-, se aleja de esa dualidad candidez-perversidad tan inherente al universo Lynch. Del mismo modo, los elementos más terroríficos o inquietantes son perfilados en un primer momento de forma análoga para más adelante desmarcarse de nuevo hacia otros derroteros: ni rastro del elemento esotérico, paranormal o delirante de Twin Peaks, aquí los verdaderos demonios y espíritus son los conflictos internos que cada personaje sufre derivados del asesinato o del rol que juegan en sus vidas por las decisiones tomadas a lo largo de la misma.

Podemos hablar por tanto de homenaje, y en ningún caso de plagio o mero sucedáneo de tan magno acontecimiento que supuso la serie creada por David Lynch y Mark Frost; es más, sería un acierto considerar a la serie como un turbio drama policiaco más propio de las aportaciones de Frost que del mismo Lynch. En esta creación que nos ocupa llevada a cabo por Veena Sud, los homenajes o guiños continúan en la figura de la absolutamente magistral detective que lleva el caso, una Sarah Linden interpretada de maravilla por Mireille Enos. En su angustia, en su incisiva búsqueda de respuestas y en su semblante fracturado por las inclemencias de la vida, es inevitable pensar en la Clarice de El Silencio de los Corderos, otro de los referentes que no pueden faltar; referentes que también dicen mucho en la propia estética, y más aún en localizaciones y condiciones climatológicas.


Y es que la serie transcurre en Seattle (nuevo referente 90's por antonomasia para muchos de nosotros, baste decir que llega a mencionarse un concierto de Soundgarden al que acuden siendo jóvenes dos de los personajes), y Seattle ya sabemos que es lluvia, humedad,bosques, frío... un gris metalizado envolvente que ahoga las ideas y los corazones de cada uno de los protagonistas. Hay espacio para batidas e incursiones en la noche y en los absorbentes bosques de la zona como en Twin Peaks, pero el contraste se complementa con una ciudad urbana siempre supurando agua y destellos de luz desvanecidos, donde el acero se mezcla con la madera aportando otro punto innovador, moderno y diferenciador al del pueblo maderero incrustado en nuestra memoria.

Nuevos aciertos: lo que nos supone ese auténtico viaje entre Logias Negras, espíritus y tramas secundarias en ebullición no controlada sin cerrar que supuso la conclusión de Twin Peaks -recientemente se rumorea un rescate de la serie por parte de David Lynch para cerrar veinticinco años después las tramas abiertas por esos mismos personajes- aquí afortunadamente logra una conclusión emocionante, amarga y contenida a la par que catártica. Y eso es otra gran virtud: The Killing se cierra en el momento que tiene que hacerlo firme,   elevada y serena. Lástima que tras indicar que no habría más temporadas, de forma completamente acertada, parece que ahora pudiera dar lugar a una tercera -hay que tener en cuenta que la serie danesa trata distintos asesinatos, mientras que en The Killing las dos temporadas giran en torno al asesinato original-.

No olvidemos que, por mucho que amemos Twin Peaks, poseía un problema de estructura y guión clave: una serie vive de una trama principal a la que se van añadiendo en paralelo un conjunto de tramas secundarias que nacen y mueren paulatinamente mientras la principal continua desarrollándose como motor y principal atractivo del metraje -en este aspecto la serie de Dexter es un portento tras siete temporadas en activo-. Y ese era el inconveniente: Una vez que conocimos la solución al enigma principal, al leit motiv de su creación "¿Quién mató a Laura Palmer?" y la serie continuó adelante, el sustento en base a filamentos de menor calado inevitablemente llevó a  la pérdida de interés por todo aquel que no sea fanático de algo -y, sí, yo lo soy de David Lynch y no me importó en demasía, pero a muchos televidentes sí-, de ahí el cerrojazo abrupto y precipitado a Twin Peaks en su día-. The Killing, sin embargo, juega sus bazas hasta el mismísimo final, hasta el último aliento, guardándose ases en la manga que te golpean sin piedad en el último segundo con la bocina a punto de sonar.


Otro valor añadido, las interesantes subtramas de las que hablábamos. Consecuente con los tiempos en que vivimos y con el drama humano a todos los niveles en que estamos inmersos, el mensaje de The Killing suena actual y revelador: en el conviven la política turbia de intereses creados capaces de llevar su consecución a las últimas consecuencias, el conflicto humano de la abnegación profesional con riesgo a perder todo lo que se quiere y resultar desintegrado por un trabajo al que se debe uno en cuerpo y alma o la rapiña despiadada de los medios de comunicación, son aspectos plasmados con un fino bisturí que nos invitan a la reflexión tras su visionado.

La dualidad estética homenaje 90's/vanguardia que mencionaba antes alcanza su cenit a través de un montaje sobresaliente, especialmente al final de los episodios sobre los que un mismo fondo musical in crescendo acompaña distintas situaciones que ocurren paralelas en el tiempo consecutivamente emitidas dejándonos siempre con ganas de más de forma medida y certera.

Para terminar, en un blog tan amante de la música, no puedo dejar sin mencionar su banda sonora; obviamente no alcanza el nivel de inmortalidad de la de Angelo Badalamenti para Twin Peaks, pero tampoco es lo que pretende Frans Bak. Aquí encontramos electrónica de habitación, melancólica y lánguida, poseedora en ocasiones de drones tristísimos acompañando planos o secuencias evocadoras que son retablos de post rock de vanguardia mientras no deja de llover dentro de nosotros, por mucho que el sol brille desde la ventana.

Finalmente, habrá tercera temporada. Absolutamente innecesaria. 
Es una pena que muy pocas cosas en esta vida sepan alejarse en el momento preciso.

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