Este mes en el podcast Talk to Him volvemos a realizar una asociación entre distintas disciplinas artísticas. En este caso, entre las series de televisión y la música. Him desde su azotea sonora dibuja un repaso por diversas bandas sonoras extraordinarias que han acompañado los episodios de algunas de las series de televisión que más le han marcado a lo largo de los años. Escenas y canciones que unidas forman parte de nuestro microuniverso emocional, ese que nos construye y convierte en lo que somos. Descubre la selección y recuerda aquellos momentos imborrables para nuestra memoria.
El pesado aroma que sucede a la pasión impregnaba el cuarto. Tumbados sobre la cama a oscuras y en silencio aguardaban la llegada del fin del mundo; Así semana tras semana, hasta comprobar por ellos mismos que nadie muere en domingo.
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domingo, 27 de septiembre de 2020
Las Bandas Sonoras de Nuestras Series Favoritas de Televisión para el podcast Talk to Him
Este mes en el podcast Talk to Him volvemos a realizar una asociación entre distintas disciplinas artísticas. En este caso, entre las series de televisión y la música. Him desde su azotea sonora dibuja un repaso por diversas bandas sonoras extraordinarias que han acompañado los episodios de algunas de las series de televisión que más le han marcado a lo largo de los años. Escenas y canciones que unidas forman parte de nuestro microuniverso emocional, ese que nos construye y convierte en lo que somos. Descubre la selección y recuerda aquellos momentos imborrables para nuestra memoria.
miércoles, 21 de marzo de 2018
David Lynch y la música (Talk to Him).
Una faceta imprescindible en su carrera artística, ya sea ésta como cineasta o como músico, es el tratamiento exquisito del sonido en todas sus facetas, incluyendo una apreciación que se me antoja necesaria de destacar: el uso más sobrenatural del silencio que un director jamás haya practicado, apreciable de forma palmaria en todos y cada uno de sus films, cortos y series.
De esta forma, se me hacía casi inexcusable dedicarle antes o después un podcast de Talk to Him. En este caso, el hilo central es la relación indisoluble entre David Lynch y la Música. Dos horas repasando las bandas sonoras de sus películas y series, así como un recorrido por su obra netamente musical y la presentación de algunos de sus más notables apadrinamientos musicales. Espero lo disfrutéis sobremanera al escucharlo, como hice yo haciéndolo.
De postre, os dejo una perturbadora escena de Carretera Perdida con la estupenda versión de "Song to the siren" a cargo de This Mortal Coil, una mezcla fantástica de emotividad onírica e hipnótica.
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jueves, 21 de marzo de 2013
Les Revenants: Entre vivos y muertos.
Sin embargo, esta entrada pretende ser una reivindicación de otra serie por desgracia no tan conocida y que poco tiene que ver en muchos aspectos con la mencionada anteriormente. Me estoy refiriendo a Les Revenants. Es esta una propuesta francesa de ocho episodios que cuenta con el atractivo principal de suponer una redefinición de todo un género autoparódico en muchos casos cuando no agotado. Esta perspectiva sería comparable en intenciones a la que el género vampírico experimentó con Déjame entrar de John Ajvide Lindqvist.
El planteamiento, y no me gusta adelantar demasiados aspectos de una serie o película, se sintetizaría en el hecho de que en un determinado momento distintas personas dadas por fallecidas vuelven a la vida como si nada hubiera pasado en una pequeña región de montaña. Y no, no faltándoles un brazo, con ganas de comer carne humana, arrastrándose sin pelo y desarrapados o regurgitando sonidos imposibles. No, tal y como fueron vistos en el último momento.
Estas personas, muertas a todos los efectos menos para ellas mismas, intentan lógicamente volver a retomar las vidas que llevaban anteriormente a su fallecimiento, en el entorno y acompañados de las personas con las que se relacionaban. Y es en este hecho donde, más allá de la situación fantasiosa recreada, cobra sentido la serie en su complejidad interna: Les Revenants muestra los conflictos psicológicos y emocionales derivados de la re-entrada de esos sujetos desaparecidos en las vidas que llevan en la actualidad varios años después sus allegados pretéritos. ¿Cómo integras una persona a la que querías cuando ya la has dado por muerta y has encaminado tu existencia a derroteros muy distintos tras intentar superar ese trauma? o ¿cómo asumes internamente la desorientación que creas en tu entorno ante un hecho del que ni siquiera eres consciente como lo es tu propia defunción?
Y si nos fijamos, esta no es más que una metáfora de cómo dejar atrás todo el lastre de aquello de lo que nos intentamos desprender y, en última instancia, cómo responderíamos si ese ayer nos golpeara de nuevo en la cara. Es este planteamiento el que realmente me seduce y atrapa de Les Revenants, y claro, lo bien que está hilvanado e inteligentemente armado por un guión que cuida el detalle y pergeña situaciones dolorosas, sorprendentes y casuales a la vez.
Pero no es el único. El plano formal resulta majestuoso desde todas las perspectivas. La visual, por un tratamiento de la imagen soberbio, contenido, evocador y que flirtea con guiños al pasado y a multitud de referentes pop cinematográficos o musicales sin por ello dejar de tener una estética remozada en el mejor sentido. Los creadores evitan la vacuidad irritante contemporánea de productos tan a mi juicio abominables como la segunda temporada (Asylum) de American Horror Story, enferma de modernidad y resultando a la postre tan vieja.
Es precisamente la sensación conseguida tan fabulosa de inquietud serena e inducida con sutilidad la que me retrotrae a las atmósferas imborrables e insuperables de mi gran fetiche: Twin Peaks. Si bien la temática se aleja de la gran creación de David Lynch y Mark Frost - en ese sentido surge una afinidad más instantánea - que no profunda- con The Killing (ver aquí entrada al respecto), el espíritu más intrínseco y fascinante, el de esas texturas de irrealidad cotidiana en poblaciones reducidas aisladas del mundo impera. La capacidad de congelarte delante de la pantalla con esa maravillosa contradicción tan difícil de lograr de "estar ocurriendo continuamente algo sin ocurrir nada", no es tan predominante como en Twin Peaks, optando más bien por una dosificación de las cartas escondidas, echadas sobre la mesa con una elegancia y una sensibilidad sobresalientes.
Y por último quería reservarme el espacio dedicado a la música. No negaré que fue su score lo que llevó a interesarme por la serie. No por otra cosa que contar con una de las formaciones fundamentales del rock instrumental de los últimos veinte años: Mogwai. Los escoceses presentan un conjunto de piezas capaces de bambolearnos por distintos espacios emocionales con total independencia del papel trascendental que aportan a Les Revenants.
Pero es el conjunto que forman ambos, esa fusión, la que convierte la experiencia del visionado en un imborrable viaje al fondo del conflicto humano; una vez más resuelto en su irresolución a través de la ficción más trascendentalista.
Trailer de Les Revenants donde se aprecian diversos pasajes de la serie
y los espacios musicales dibujados por Mogwai.
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viernes, 4 de enero de 2013
The Killing: Más que un Twin Peaks 2.0
Como muchos sabréis, se trata de una serie de origen danés, Forbrydelsen (El Crimen), que consta de tres temporadas de duración actualmente. En este caso, me referiré al remake norteamericano producido por Fox. Por tanto, al no haber visualizado la danesa, no conozco las diferencias, las similitudes -más allá de las propias de la trama y personajes- y cualquier consideración derivada de la comparación entre ellas. Para conocerlas en profundidad, baste con rebuscar en la red estos aspectos: el artículo girará en torno a la serie norteamericana que, y eso está claro, tiene la suficiente autonomía como para ser diseccionada en profundidad por sí misma al contar con las virtudes suficientes la adaptación en sí.
Una de las cosas que más se han dicho de The Killing es compararla con una de las series fetiche por antonomasia en la vida de muchos de nosotros: Twin Peaks. En origen, la comparación tendría sentido ya que el punto de partida es la investigación policial en torno al brutal asesinato de una adolescente. La Laura Palmer de Twin Peaks vendría a ser en este caso Rosie Larsen. El arranque también muestra visos de turbiedad asociados a la víctima, una en teoría doble vida o detalles ocultos que pudieran convertir a la víctima en un ser desdoblado que bajo un envoltorio frágil, delicado y dulce escondiera un ser agotado por sus propias obsesiones, adicciones y mala vida en general.
Sin embargo, inteligentemente en este caso, la serie pronto, tras dar esas pistas falsas -muy propias al desarrollo de The Killing en sí-, se aleja de esa dualidad candidez-perversidad tan inherente al universo Lynch. Del mismo modo, los elementos más terroríficos o inquietantes son perfilados en un primer momento de forma análoga para más adelante desmarcarse de nuevo hacia otros derroteros: ni rastro del elemento esotérico, paranormal o delirante de Twin Peaks, aquí los verdaderos demonios y espíritus son los conflictos internos que cada personaje sufre derivados del asesinato o del rol que juegan en sus vidas por las decisiones tomadas a lo largo de la misma.
Podemos hablar por tanto de homenaje, y en ningún caso de plagio o mero sucedáneo de tan magno acontecimiento que supuso la serie creada por David Lynch y Mark Frost; es más, sería un acierto considerar a la serie como un turbio drama policiaco más propio de las aportaciones de Frost que del mismo Lynch. En esta creación que nos ocupa llevada a cabo por Veena Sud, los homenajes o guiños continúan en la figura de la absolutamente magistral detective que lleva el caso, una Sarah Linden interpretada de maravilla por Mireille Enos. En su angustia, en su incisiva búsqueda de respuestas y en su semblante fracturado por las inclemencias de la vida, es inevitable pensar en la Clarice de El Silencio de los Corderos, otro de los referentes que no pueden faltar; referentes que también dicen mucho en la propia estética, y más aún en localizaciones y condiciones climatológicas.
Y es que la serie transcurre en Seattle (nuevo referente 90's por antonomasia para muchos de nosotros, baste decir que llega a mencionarse un concierto de Soundgarden al que acuden siendo jóvenes dos de los personajes), y Seattle ya sabemos que es lluvia, humedad,bosques, frío... un gris metalizado envolvente que ahoga las ideas y los corazones de cada uno de los protagonistas. Hay espacio para batidas e incursiones en la noche y en los absorbentes bosques de la zona como en Twin Peaks, pero el contraste se complementa con una ciudad urbana siempre supurando agua y destellos de luz desvanecidos, donde el acero se mezcla con la madera aportando otro punto innovador, moderno y diferenciador al del pueblo maderero incrustado en nuestra memoria.
Nuevos aciertos: lo que nos supone ese auténtico viaje entre Logias Negras, espíritus y tramas secundarias en ebullición no controlada sin cerrar que supuso la conclusión de Twin Peaks -recientemente se rumorea un rescate de la serie por parte de David Lynch para cerrar veinticinco años después las tramas abiertas por esos mismos personajes- aquí afortunadamente logra una conclusión emocionante, amarga y contenida a la par que catártica. Y eso es otra gran virtud: The Killing se cierra en el momento que tiene que hacerlo firme, elevada y serena. Lástima que tras indicar que no habría más temporadas, de forma completamente acertada, parece que ahora pudiera dar lugar a una tercera -hay que tener en cuenta que la serie danesa trata distintos asesinatos, mientras que en The Killing las dos temporadas giran en torno al asesinato original-.
No olvidemos que, por mucho que amemos Twin Peaks, poseía un problema de estructura y guión clave: una serie vive de una trama principal a la que se van añadiendo en paralelo un conjunto de tramas secundarias que nacen y mueren paulatinamente mientras la principal continua desarrollándose como motor y principal atractivo del metraje -en este aspecto la serie de Dexter es un portento tras siete temporadas en activo-. Y ese era el inconveniente: Una vez que conocimos la solución al enigma principal, al leit motiv de su creación "¿Quién mató a Laura Palmer?" y la serie continuó adelante, el sustento en base a filamentos de menor calado inevitablemente llevó a la pérdida de interés por todo aquel que no sea fanático de algo -y, sí, yo lo soy de David Lynch y no me importó en demasía, pero a muchos televidentes sí-, de ahí el cerrojazo abrupto y precipitado a Twin Peaks en su día-. The Killing, sin embargo, juega sus bazas hasta el mismísimo final, hasta el último aliento, guardándose ases en la manga que te golpean sin piedad en el último segundo con la bocina a punto de sonar.
La dualidad estética homenaje 90's/vanguardia que mencionaba antes alcanza su cenit a través de un montaje sobresaliente, especialmente al final de los episodios sobre los que un mismo fondo musical in crescendo acompaña distintas situaciones que ocurren paralelas en el tiempo consecutivamente emitidas dejándonos siempre con ganas de más de forma medida y certera.
Para terminar, en un blog tan amante de la música, no puedo dejar sin mencionar su banda sonora; obviamente no alcanza el nivel de inmortalidad de la de Angelo Badalamenti para Twin Peaks, pero tampoco es lo que pretende Frans Bak. Aquí encontramos electrónica de habitación, melancólica y lánguida, poseedora en ocasiones de drones tristísimos acompañando planos o secuencias evocadoras que son retablos de post rock de vanguardia mientras no deja de llover dentro de nosotros, por mucho que el sol brille desde la ventana.
Finalmente, habrá tercera temporada. Absolutamente innecesaria.
Es una pena que muy pocas cosas en esta vida sepan alejarse en el momento preciso.
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