viernes, 28 de febrero de 2014

Ensayo sobre la soledad.

"soledad es escribir con el dedo en las ventanas y que nadie lo lea,
soledad es un espejo sin reflejo".


Nada nos acompaña con más fidelidad que la soledad. Éste pretende ser un breve retablo sobre el que trazar las pinceladas de su extraña concomitancia, aquella con la mirada más penetrante.

Llega un día en el que descubrimos que la soledad es, asombrosamente, independiente del número de personas que tengamos a nuestro lado. La soledad vocacional es un arraigo, no nos abandona ni estando acompañados. Tiene la facultad de convertir el silencio en mudo; de hecho, somos poco más que soledad y silencio amplificados al intentar comunicarnos con nuestro entorno en cualquiera de sus formas; cuenta con la facultad de unir distancias y, curiosamente, es la única enfermedad que se transmite a través de ellas.

Su travesura es tal, que no cesa de jugar con nosotros cortejándonos. Muchas veces duele y es inapreciable: la soledad de verdad, profunda e incisiva es la que produce no poder compartir las angustias que nos remueven por dentro con nadie. Al menos, afortunadamente, es capaz de distinguir el trato entre los que quieren estar solos y los que merecen estarlo; No hay mayor privilegio que la soledad voluntaria, ni mayor condena que la soledad forzosa. Duele mucho reconocer que ésta última es muchas veces una consecuencia del egoísmo.

Podríamos hablar de que, cuando es ganada a pulso, es también un acto de justicia. Es más, me atrevería a decir que, salvo en los casos de exclusión social, la soledad es casi siempre merecida. En cualquier caso, deberíamos ser capaces de llevarla con dignidad sea del tipo que sea. 

En ocasiones, se convierte en la anestesia del que está perdido, del que sólo sabe zurcir recuerdos en la piel de un presente donde no hace pie, del que ha dejado habitar al parásito de la ausencia dentro de ella. Somos tan bobos que pensamos que nos sienta bonita incluso.

También es una forma de llamar la atención en sí, el grito de socorro más intenso, una exclamación de afecto silenciado. Y, si logramos que alguien acuda al rescate, una y otra vez, y venga quien venga, el poso que nos queda dentro, finalmente, es la terrible soledad de uno mismo. Aunque, irónicamente, pienso que todo el que es capaz de hablar sobre la soledad, no está del todo solo. Para él es un capricho sibarita. En estos casos, es una filia para poner en común, una relación en constante crepúsculo que amplifica así su efecto devastador.

Si pensamos en ella como condena, Los dos tipos de personas sentenciadas a la soledad son, principalmente, los que no saben querer y los que no se dejan querer. Detesto, con especial deleite, los casos de orgullo en los que no se acepta la soledad en que uno vive, o a los resentidos que la valoran por el mero hecho de no saber estar con nadie. Son tan necios de no darse cuenta de que es la cosa que menos sabe pasar desapercibida.

Nadie duda de que, en la sociedad actual, compartir la soledad en cualquiera de sus modos, es el modelo de relación afectiva que se impondrá definitivamente. Eso se evidencia de forma terrible a través de internet; tal es así, que, cada vez que dejamos un apunte sobre nuestra vida personal por las redes sociales o por otra forma de comunicación virtual, la soledad y el aislamiento ganan una nueva batalla. 

Este espíritu de los tiempos se plasma con vértigo y ostentosa evidencia mucho más en la gran ciudad, convirtiéndola en la enfermedad urbana más letal: arrojar un mensaje en una botella por la taza del váter sería la metáfora de cualquier forma de comunicación, de todo intento estéril de acabar con la soledad a través de este ecosistema artificial.

Bienvenidos a la gran fiesta de la soledad globalizada.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Russian Circles: Memorial, Mi disco del año 2013.


El año 2013 será recordado para mí como uno de los más endebles musicalmente. Sin embargo, algunas obras como la que me ocupa, permiten confiar ciegamente en la posibilidad de sorprendernos aún con algo, el mayor atisbo de seguir vivos.

(Escrito originariamente para Muzikalia).

Para los amantes del rock instrumental en cualquiera de sus vertientes, Memorial (13), el último trabajo de Russian Circles, ha sido uno de los acontecimientos del año. Perfilando disco a disco su sonido, alejándose paulatinamente de la parte más metálica -sin perder por ello intensidad- y ganando en matices y atmósferas -sin resultar arquetípicos y con una fuerte personalidad labrada-, su quinto largo se me antoja su cénit.

Tras el reciente buen sabor de boca dejado por Empros (11), Memorial asienta sus bases en la emoción pura. Consigue trascender al propio sonido gracias a temas que logran llegar a la fibra, más allá de su elaborada concepción. Se me antoja un sustituto antológico de lo que fue Panopticon (04), obra cumbre, en mi opinión, de los añorados Isis.

A medio camino entre el sludge-metal atmosférico y el post-rock, en esa encrucijada que tan buenos resultados da si la inspiración y la verdad están detrás de las composiciones, es donde asienta sus bases Russian Circles en esta ocasión. Un trabajo podríamos decir conceptual, que se abre y se cierra con las acústicas "Memoriam" /"Memorial" -ésta última con la colaboración de Chelsea Wolf- y que nos brinda en su recorrido gemas impagables.

"Deficit" es el tema más duro, con unos riffs absolutamente demoledores, desde aquí se subraya el sobresaliente trabajo de Dave Turncrantz a la batería: simplemente de otro planeta. "1777" es uno de mis temas favoritos, virando hacia el post rock, pero con una densidad y oscuridad capaces de trascender etiquetas: intensa y emotiva.

El reposo tenso de "Cheyenne" me recuerda en sus texturas e intenciones a los logros conseguidos por nuestros admirados Toundra en III (12), y la contenida abrasión de "Burial" da paso a "Ethel", cuatro minutos inmortales para cada corazón que llegue a escucharlos. Directamente un hito, algo que muy pocas bandas podrán hacer en su vida. Pelos de punta, emoción directa, que traspasa, que revienta dentro tuyo y te desarma, inmovilizándote, como todo aquello que trasciende a la mediocridad lacerante cotidiana. "Lebaron" vuelve a sonar rotunda y afilada, ya como anticipo del cierre comentado.

Russian Circles alcanza con Memorial la categoría de primeros espadas dentro de un género capaz de lo mejor y lo peor. Su próximo envite quizá les lleve a ponerse la corona de reyes indiscutibles.

1777: Evocar sin evaluar la posterior caída libre.