jueves, 27 de junio de 2013

Machina Corde: El latido de la esperanza.


Esta semana la entrada del blog la voy a dedicar a una aventura artística en la que me he embarcado junto a una talentosa y gran persona: Machina Corde.

Reconozco que siempre he sentido el impulso de hacer cosas relacionadas con los ámbitos que más me gustan: la música, el cine, la literatura...eso me ha llevado a infructuosos intentos de aprender a tocar la guitarra dignamente, o idear guiones o cortos que al final nunca he realizado. Vamos, una muestra más de que quien mueve todo en la cabeza no mueve nada con las manos.

Algunas veces esas necesidades, por llamarlas de algún modo, han sido frenadas a partes iguales por la cobardía, la pereza, el desánimo y el miedo a ser un mediocre más que contribuyera a la plaga de mediocridad que de por sí ya nos acucia sin piedad ni pudor humanos; Otras, han aparecido pequeños destellos que no seré yo quien catalogue de dignos, extraordinarios o lamentables, y que me han permitido, perdonen la osadía, "realizarme" en este mundo yermo y gris.

También, utilizando un concepto freudiano, he sublimado esas carencias o insatisfacciones a través del ejercicio de dialogar y opinar acerca de esas disciplinas, bien a a través de medios escritos como Muzikalia, o bien a través de  la radio con La Parada de los Monstruos como ejemplos más destacados y duraderos en el tiempo.

Es evidente, no obstante, que la tarea de crear es la que mayor satisfacción puede reconfortar a su artífice, y esa es en la que se adscribe esta nueva propuesta de Machina Corde. Anteriormente me he embarcado en aventuras colectivas con amigos o personas que compartían una misma pasión, pero esta es la primera vez que lo hago en un proyecto artístico junto a otra persona. Y esa persona no es otra que Andrés Menchén, diseñador gráfico y músico con un gusto estético y sensibilidad excepcionales.

Nos hemos conocido casualmente compartiendo trabajo como director de arte -él- y como copywriter -yo- en una pequeña agencia de publicidad. Lo nuestro ha sido un flechazo inmediato: yo quedé maravillado por sus composiciones musicales instrumentales y por su fino estilo en el diseño y a él le ocurrió algo parecido con los textos que había escrito en forma de relatos breves o en los miles de "tuits" que compulsivamente escupo en twitter bajo un nick que mantiene a buen recaudo mi identidad.

Uno de mis mejores recuerdos de aquella estancia me retrotrae a una mañana en la que nos quedamos trabajando solos él y yo en la agencia. Apenas hacía dos o tres días que nos habíamos conocido y empezamos a hablar plácidamente mientras en el hilo musical que nos proporcionaba spotify se elegían para escuchar discos de Apparat o Hammock. La inspiración creativa y una sensación de paz inundaban el ambiente, era una especie de trance ingrávido que aún puedo sentir si cierro mis ojos.

Y luego, ya vino lo fundamental, la conexión emocional. Charlando nos dimos cuenta que el concepto de la vida y la muerte lo decodificábamos dentro de nosotros de una manera muy parecida. Ambos habíamos sufrido la muerte traumática de nuestros padres y de hechos paralelos que nos habían permitido escapar y hundirnos a la vez en una espiral donde las sensaciones antitéticas encontradas infligen una herida de por vida en los corazones y que, tiempo después y ya cauterizada, permiten la reformulación de la propia existencia. Y eso es, a groso modo, el alma de Machina Corde.

"Klaus", primer tema publicado por Machina Corde para su Chapitre I

Quedaba repartir los papeles de la obra. Andrés compone música y diseña y yo escribo. Ambos pensamos, conceptualizamos y latimos con distintos cuerpos, pero un mismo corazón (Corde en latín) que nos sirve como motor (machina) para discurrir por este mundo. El fabuloso logotipo ideado por Andrés representa perfectamente la idea, esas letras "c" como péndulos a ambos lados, un paréntesis que engloba el tiempo y esa "M" que representa a su vez la gráfica maquinal de un latido cardiaco.

Había que ensamblar el todo, por ello ambas partes están integradas y se complementan: es música y es literatura, es escucha y es lectura. Dentro de muy poco ya aparecerá completo el que hemos dado en llamar Chapitre I (Capítulo I) que consistirá en una serie de fragmentos que componen un relato y una mini-ópera que es la plasmación sonora de ese universo literario. La idea es ir creando más capítulos hasta configurar un audio-libro en el sentido más universal y amplio del término.

Afiche de "Klaus", uno de los fragmentos del Chapitre I a publicarse en julio de este año. 
"Acostumbrarse es aprender a morir".

La parte gráfica y audiovisual, junto al desarrollo de conceptos asociados a ellos, es otro plano en el que intentamos trabajar y crear expectación. Se trata de completar la obra a través de pistas y disciplinas artísticas que aporten otro elemento de vertebración a Machina Corde.

Y hasta aquí nuestra presentación. Espero que con ella os haya quedado más claro el latido que subyace bajo nuestras manifestaciones emocionales. Sólo pediros que si lo consideráis oportuno difundáis nuestro legado allí donde esta máquina humana pueda remover, aunque sea mínimamente, las entrañas de quienes la observen.
Segundo teaser de vídeo aparecido sobre  el Chapitre I de Machina Corde



Podéis seguirnos y acceder a todo el material publicado a través de:
http://machinacorde.tumblr.com
http://machinacorde.bandcamp.com
https://soundcloud.com/machinacorde
https://twitter.com/MachinaCorde
https://www.facebook.com/MachinaCorde

viernes, 21 de junio de 2013

Chucho: el ladrido de la resurrección.



Una de las grandes noticias musicales del año fue el regreso a los escenarios de Chucho, una de las bandas fundamentales españolas surgidas en los años 90. Su líder, Fernando Alfaro, fue el alma de los desaparecidos Surfin' Bichos, germen de todo el movimiento independiente que nació a principios de esa década. Es momento de rescatar lo que supuso su vuelta a los escenarios: una celebración intensa, nada obvia y que exudaba verdad por los cuatro costados. Aquí tenéis su crónica de Madrid.


(Publicado originariamente para la revista Muzikalia ; Fotos: Vanessa Galiano).

La ansiada reunión de Surfin´ Bichos por la que tanto suspiramos, con la perspectiva que aporta el tiempo, tuvo bastante de espejismo satisfactorio. Mucha expectación, muchas ganas de recuperar la esencia de un mito, pero unos resultados que se tradujeron en una desgana y una ligereza escénica algo irritantes para una leyenda del rock independiente nacional. Algo impedía a la maquinaria funcionar a pleno rendimiento.

En la misma sala donde fui testigo de esa resurrección a medio gas, iba Fernando Alfaro a recuperar su reencarnación salvavidas como lo fue Chucho. Y, paradojas del destino, en esta ocasión el resultado fue memorable para los que tuvimos la suerte de congregarnos en Joy Eslava.

Con la previsible ausencia de Isabel León en esta reunión, la alineación titular del perro sin nombre acompañado por Javier Fernández, Juan Carlos Rodríguez, Miguel Gascón y Emilio Abengoza hizo su entrada en una sala que tardó en llenarse, pero que antes de comenzar la velada mostraba ya el aspecto de las grandes citas.




Lo primero que llamó la atención tras acometer del tirón "Conexión de hueso", "Motor de perro negro","El ángel inseminador" y "Mi anestesia", era la confección de un set list hecho por y para fans auténticos de la banda; los grandes hits llegarían después, pero esta maquinaria de torpedos al hígado era tralla bendita. Aún así, unos problemas iniciales de sonido deslucieron este conjunto de temas.

La cosa cambió del todo con la eclosión de "No me importa (carta bomba)" y "Extrarradio", dos canciones para nada habituales y que sonaron trascendentes y dolientes, como las grandes plegarias lo requieren. Desde ese instante las constantes sonoras mejoraron notablemente y la base rítmica, el teclado y los apuntes de guitarra brillaron con la nitidez que merecían.




La propuesta actual de Chucho engarza a la perfección con la naturaleza de Koniec (04), uno de los discos más infravalorados de la historia: crudo, arisco y rasposo, así fue avanzando el show, recuperando más adelante la solvente "Gran angular" y un himno perfecto para este presente repleto de chupasangres, "La mente del monstruo".

Por supuesto que la sequez imperante y necesaria no excluyó una emoción palpable: "Ricardo ardiendo", "Visión de rayos-x", "Un ángel turbio" -una de las pruebas más concluyentes de que Fernando Alfaro es uno de los mejores compositores que ha dado este país y "Revolución" -el canto más bello erigido al sentimiento de estar enamorado-me dejaron con las lágrimas asomando mezclando la melancolía y la esperanza.

Y si el grueso del show había sido inapelable, los bises que nos tenían reservados elevaron el concierto a uno de los puñetazos en la mesa más sonados que ha dado una banda reuniéndose, mostrándose plenos de vida, coraje y músculo. El primero, antes de la consabida "Magic", engarzó dos salivazos enérgicos que sonaron a gloria bendita: "Erección del alma" y "Perruzo", volviendo esta última bastante desquiciado al personal.

Y ni en mi sueños más húmedos imaginé una catarsis tan bestial como el fin de fiesta que nos tenía reservado este perro del infierno. Me refiero a una "Inés Groizard" ruidosa, distorsionada y dislocada que nos reventó en la cara como una misa negra que celebraba el regreso de una banda necesaria para soltar dentelladas a unos tiempos convulsos con demasiada mediocridad haciendo daño.

jueves, 13 de junio de 2013

Thomas Vinterberg: Vertebrando el destrozo de la vida.


Existen casos como David Lynch o Hayao Miyazaki en los que con el cine acostumbro a indagar en la totalidad de la obra de un determinado director. Considero que es tan basto el mar de opciones artísticas a degustar y tan amplia la filmografía de muchos autores -con lo que, inevitablemente, hay referencias flojas cuando no indignas- que me resulta no obstante una tarea sobrehumana y algo mecánica. A no ser que una fijación desbordante se apodere de mí, revisar cada carrera hasta sus últimas consecuencias es algo que hay que hacer, pienso, en ocasiones que lo merezcan para uno mismo, si bien muchos considerarán lo contrario argumentando que para hacerse una imagen realmente fiel de un artista hay que excavar hasta el fondo de su experiencia.

Sea como fuere, el caso es que prefiero guiarme por mi instinto y chocar de bruces con las obras referenciales de un autor para ir más adelante deshojando su cuerpo creativo en una dirección y profundidad concretas. Esta introducción viene dada por el hecho de que el protagonista de mi artículo semanal es un director de cine del que he disfrutado tres películas las cuales merecen en mi opinión el calificativo de prodigiosas. Me refiero a Thomas Vinterberg.

Me parece algo sobado determinar la obra de un autor por su procedencia geográfica, pero en el caso de ser países que no asociamos de primeras a una determinada parcela artística, nos resulta harto difícil obviar este dato. En el caso de Vinterberg hablamos de Dinamarca. Sin duda el director danés más reconocido con el permiso del excesivo y, para mí, imprescindible Lars Von Trier. No es momento de centrarse en la obra de este último -irregular en ocasiones, pero siempre interesante cuando no del todo necesaria- pero sí es preciso señalar algunas coincidencias entre ambos.

Más allá de ser dos de los co-fundadores del polémico manifiesto Dogma, maniobra que no deja de ser una gamberrada con marchamo artístico a la que todas las personas con inquietudes en algún momento de nuestra vida damos rienda de una forma u otra, tienen en común un tratamiento singular en lo que se refiere a la manera de interiorizar y canalizar los efectos de las experiencias vividas a lo largo de la existencia. Bien es cierto que cada uno es distinto: Vinterberg exteriorizándolas a través de su denuncia y Von Trier interiorizándolas a través del dolorismo.

Aún recuerdo cuando un gran amigo me dejó hace muchos años la cinta de vídeo de Festen (Celebración). No pensaba entonces, por mucho que me la recomendara fehacientemente, que se convertiría en una de mis películas preferidas sin discusión. Pocas veces he visto un golpe más certero y profundo a una institución en exceso reivindicada e incluso beatificada como única unidad de convivencia  respetable moralmente por los más integristas. Me refiero a la familia.


Vinterberg pone patas arriba los convencionalismos y las buenas formas asociables a una celebración de cumpleaños de un patriarca de una familia bien burguesa. Bajo la apariencia de un ciudadano modelo se esconde la basura más inmunda: una serie de actos deplorables hacia sus hijos enturbian su pasado y revientan sin ningún tipo de tapujo sobre la mesa desencadenando una auténtica catarsis donde la clase media y la familia reciben un rejón de muerte inapelable. Tanto, que hasta sentimos vergüenza ajena ante el desfile de situaciones y confesiones esperpénticas y traumáticas.

Un película valiente, desmitificadora, cáustica y terriblemente necesaria para aquellos que consideramos que la familia no la eliges, sino que te toca en suerte y que el cariño, la admiración o la lealtad que supuestamente debemos hacia ella no son más que meros formalismos que han de sucumbir ante la realidad de las cosas.

Reconozco que ninguna de sus otras dos grandes obras están a la altura, como casi ninguna película que haya visto desde entonces por otro lado. Fueron muchos los años en que no reparé en otra película suya hasta encontrarme hace tres con la genialidad de Submarino. De nuevo el trauma familiar es el punto de partida en un film protagonizado por dos hermanos separados que llevan ambos la vida al límite en una espiral de excesos y carencias. Un drama en torno al afecto, la soledad y los asideros imposibles para aferrarse a un mundo que no regala nada.

Para algunos, quizá esta cinta adolezca de cierto tremendismo, pero para mi en absoluto. Su descarnada visión entronca con la de otras cintas de las que ya hablé puntualmente como Contra la pared de Fatih Akin o Incendios de Denis Villeneuve, ardientes y desbocadas, destinadas a aquellos que sentimos de una forma kamikaze.


No tengo un recuerdo tan vívido como de Celebración, pero sí rememoro aún con un escalofrío el crepúsculo del film con el encuentro entre hermanos cuando la derrota les lleva por un cauce común casualmente.

Y llegamos finalmente al motivo por el que me he decidido a escribir este artículo. Esta misma semana visualicé su última película The Hunt (La Caza) y no pude menos que quedarme boquiabierto una vez más. De nuevo un problema subterráneo el protagonista, los complejos y los abusos ya hacían acto de presencia en Celebración y ahora lo hacen con una cara totalmente distinta, a través de un tratamiento muy poco visto en el cine para afrontar los abusos infantiles partiendo de la premisa de que "los niños nunca mienten".


El ritmo de aquello que reside oculto o distorsionado es el motor de una obra que otra vez hace hincapié como su anterior filmografía en las consecuencias devastadoras que esto genera. Una reflexión acerca de la confianza, la duda y, sobre todo, el esfuerzo de intentar construirse por dentro desde la destrucción de los cimientos que viene infligida desde fuera. Como apunte mencionaré que su plano último construye uno de los finales más conseguidos y demoledores en su monstruosa metáfora que han visto mis ojos.

Y hasta aquí mi tributo a un director soberbio, de los que demuestran que el arte nos ayuda a construirnos como personas. Ahí es nada.

jueves, 6 de junio de 2013

El Emo antes del rimmel. 10 bandas fundamentales de auténtico emocore.


Es muy probable que si tienes menos de treinta y algún año, la etiqueta musical "Emo" la asocies a jóvenes adolescentes tristones de cuidada estética, ropajes negros, flequillos, rimmel y pelos teñidos. Además lo harás, a no ser uno de ellos, asociándolo a música bastante artificial, impostada y con muy poca honestidad por detrás.

La manera en que la moda, las tendencias y los tiempos se apropiaron de un estilo musical que nació a mitad de los años noventa ha sido flagrante. Actualmente, se trata de una etiqueta mayoritaria de la que se ha creado une estereotipo mediático tan distorsionado y alejado de la realidad a la que hizo referencia en su nacimiento como lo que puede ser el término "freak" por poner un ejemplo.

Con esta entrada, pretendo hacer justicia a un estilo, denominado en su origen emocore, el cual ha dejado algunas de las mejores bandas que he oído nunca. El sufijo "core" y el prefijo "emo" no hacían referencia a otra cosa que a intentar transmitir las emociones al límite, llevar un poco más allá en su calado visceral los postulados del post-hardcore venido de Washington D.C. y el sonido alternativo de los noventa ubicado por decreto en Seattle. Ninguna estética curiosamente enarbolaban sus miembros, más bien todo lo contrario, en comparación a muchísimos movimientos musicales de la época.


Una mezcla de partes farragosas con otras más suaves y melódicas y preponderancia de guitarras arpegiadas, eran el vehículo de unas letras personales e íntimas hablando acerca del desafecto con el mundo y de los pequeños milagros que logran salvar nuestro día a día.

Como ocurre con todas las etiquetas que los medios crean en su entorno, los bandas sienten un rechazo hacia ellas y en no pocas ocasiones no dejan de ser un cajón de sastre inmensamente variado, pero que, a fin de cuentas, no sirve a los melómanos para identificar con una fugaz pasada aquello que nos puede interesar primordialmente de lo que no.

A continuación, estas son mis diez bandas indispensables relacionadas en mayor o menor medida a un género que en origen resultaba fascinante y nada relacionado con lo que posteriormente se ha montado en torno a él y de lo que huyo como de la peste.


Sunny Day Real Estate. Erigidos por antonomasia como los "padres del género". La banda liderada por el sensible Jeremy Enigk siempre fue un magma de conflictos internos derivados por discrepancias en el plano espiritual. Una de mis bandas preferidas y más emocionantes que se puedan escuchar nunca. Sus dos primeros discos resultan los más adscribibles al género, Diary y el conocido como Pink album, de una tristeza devastadora y compuesto con la banda deshecha. Posteriormente se separaron y volvieron a juntar para completar con How it feels to be something on y el canto del cisne maravilloso que fue The Rising tide una carrera que merece ser reconocida entre las más grandes de la historia de la música reciente. Como curiosidad decir que Dave Grohl al fundar Foo Fighters y componer él todo su disco debut, lo primero que hizo fue fichar a su base rítmica de bajo -Nate Mendel, aún en la banda- y batería -el grandioso William Goldsmith- para defenderlo en directo.



Texas is the Reason. No sé por qué motivo, quizá el de la intensidad y la trascendencia de la música, la mayor parte de estas bandas han tenido una discografía efímera a la par que indispensable. Este fue el caso también de Texas is the reason, con un sólo disco en su haber, Do you know who you are? y un sonido muy heredero del post-hardcore. Tras separarse hace más de quince años, anunciaron hace poco tiempo una reunión esperadísima y querida por sus fans que en estos días se encuentra embarcada en los últimos conciertos de su carrera. Una formación mítica.



American Football. Antes dije que las etiquetas son un referente de primer contacto para los oyentes dentro de unos parámetros estilísticos concretos. Esto se puede aplicar perfectamente a American Football, banda también efímera y absolutamente fetiche, que en su propuesta sonora introdujo sonidos de vientos y estructuras en muchos casos cercanas al jazz y a lo que se ha dado en llamar con los años math rock. Menos melódicos, más intrincados, pero igualmente emotivos.



Last Days of April. Otra de las bandas referenciales de mi vida, quizá junto a SDRE la que más del conjunto. Afincados en Suecia y con un cambio en la orientación de su sonido notable con respecto a sus inicios, paulatinamente han ido abrazando un sonido más pop y, en sus últimos lanzamientos, más folk de herencia americana incluso. Su líder Karl Larsson es el único miembro original que sigue en activo. Una delicadeza excepcional les convierte en uno de los catalizadores de lágrimas mayor que uno puede encontrarse jamás y Angel Youth es uno de los discos más bonitos que tendrás la suerte de escuchar en tu vida.



The appleseed cast. Otra banda que continua afortunadamente en activo y que inició su carrera bastante más tarde que la mayoría de estas, en 1997. Cogiendo el testigo dejado por SDRE en sus primeros trabajos, han ido desarrollado un estilo personal intransferible con el tiempo tomando prestados elementos de post-rock que, unido a la fórmula del género, crea discos auténticamente maravillosos como el publicado este mismo año, Illumination ritual, si bien son los extremos que encontramos entre las estructuras sentidas y más clásicas de Two Conversations y su reverso en el evocador y ampuloso Peregrine donde encuentro su obras fundamentales.



The Promise Ring. Banda genuinamente asociable al género que fue adquiriendo una sonoridad más melódica y pop hasta llegar a su disco preferido para mi, Very Emergency, tras una primera triada de discos más rasposos y sucios. No del todo encuadrables dentro del denominado emo-pop que abrazaron algunas otras bandas poco a poco como The Get Up Kids, si bien su último trabajo resultaba extrañamente enrevesado, o los Jimmy Eat World post-Clarity -también muy buenos cuando aciertan-, se despidieron algo deslucidos con un rock independiente convencional con Woodwater en el año 2002.



Mineral. Absoluta banda de culto de Austin, Texas a la que se rinde una reverencia que siempre me ha costado un poco reconocer, si bien he terminado rendido a sus virtudes. El problema me viene por su excesivo parecido a los, de nuevo inevitable mencionarles, SDRE, especialmente en su segundo trabajo el doliente End Serenading. Mucho mejor me resulta su primer trabajo, The power of failing, más agresivo y menos afligido. Necesario recurrir a su rescate de la bruma de los tiempos.



Madee. En España también encontramos bandas dentro de este repaso. Son bastantes (los míticos Aina, los primeros Standstill, si bien ambos son más herencia hardcore propiamente, etc.), pero los fundamentales en primer lugar me resultan Madee. Con su llorada separación perdimos a un grupo capaz de hacer evolucionar su estilo sin perder un ápice de sensibilidad, más bien lo contrario, ganándola, y con ello una personalidad y marcado carácter. Sus dos últimos discos, Orion's Belt y L'Antarctica forman parte de mi Olimpo de indispensables y me resulta imposible pensar que haya alguien que no caiga rendido ante semejantes muestras de talento, emoción e intensidad generada por el desamor y los intentos desesperados por recuperar lo perdido.



A room with A view. En este recordatorio nacional, no quiero dejar fuera una de las bandas más añoradas y seguidas con devoción por sus fans, A room with a view. Su estilo quizá no sea acorde del todo con esta ristra de nombres debido a su riqueza rítmica y estructuras elaboradas provenientes del post-hardcore y llevadas hacia texturas jazzísticas. Intrincados, sutiles y muy particulares, sus dos trabajos siguen componiendo un pequeño tesoro enterrado de joyas fascinantes.



The World Is a Beautiful Place & I Am No Longer Afraid to Die. Para terminar, quería despedirme con un soplo de esperanza para el género. Los responsables son esta banda de tan extenso nombre. Pieza fundamental del género que irrumpe en la escena musical en 2013 para traernos un debut de largo nada desdeñable como Whenever, if ever que combina también elementos sutiles e intensos de post-rock, uan agradable sorpresa inesperada que nos devuelve la confianza en una manera de entender y crear la música tan ajena a estos tiempos como necesaria.


Y hasta aquí este repaso que espero os acerque a una visión muy distinta de un estilo musical que ha degenerado en algo pernicioso como la mayoría de cosas en el mundo. Por fortuna, canciones tan hermosas como las expuestas hacen justicia a un legado imbatible.