miércoles, 17 de abril de 2013

Tú y yo contra el mundo: diez romances disfuncionales de la historia del cine.


Si hay algo que me atrae por encima de todo en el cine, son las historias de amor nada convencionales. Del mismo modo que reniego de los romances al uso por aburridos, previsibles, almibarados y tontos, aquellas historias elaboradas con mimbres poco usuales y donde la pasión y la afinidad imposible ganan la partida, me embriagan con independencia de que su final sea trágico o triunfal.

La idea de formar con alguien a quien amas una alianza intransferible, vertiginosa e indisoluble -en la única perspectiva capaz que es la del instante- en oposición a un entorno incomprensible, huraño y decadente como lo es el mundo, es una sensación que me subyuga irremediablemente y continúa siendo la temática que más logra conmoverme delante de la pantalla: desde hace mucho tiempo es un concepto que defino como "Tú y yo contra el mundo".

En este artículo para el blog quisiera hacer un homenaje a algunos títulos que marcaron mi ser presentando relaciones curiosas llevadas por seres humanos, cada una a su manera, al límite de sus posibilidades pero que, irremediablemente, estaban destinados a encontrarse.

Esa predestinación que conlleva al encuentro, esa forma en que el amor se reencarna una y otra vez aún a expensas de saber que la erosión puede desembocar en el fracaso, es el leitmotiv de una película a la que quiero hacer mención especial antes de este repaso y que supone para el que escribe el significado más puro y hermoso del amor: Olvídate de mí (2004, Michel Gondry), el equivalente fílmico a la canción "Better Man" de Pearl Jam.

Por mucho que imaginemos otras vidas, por mucho que la rutina cada vez dibuje menos sorpresa y curiosidad, la naturaleza del amor llevaría a que, pese a terminar fracturado, si volviésemos a conocer a la persona que nos enamoró y cambió nuestra existencia, volveríamos a repetir el error que sin embargo es virtud: la virtud de dar sentido a la existencia.


El fantasma y la señora Muir (1947, Joseph L. Mankiewicz).


El arranque del film sitúa a una mujer que acaba de enviudar instalándose en una nueva casa junto al mar con su hija pequeña para lograr superar la muerte de su marido y comenzar con otra vida. En esa mansión habita el espíritu de un marinero fallecido que se le aparece en principio de forma hostil y poco a poco evidencia mayores signos de afinidad hasta que, súbitamente y debido a determinados acontecimientos, la aparición cesa de visitar a la protagonista.

Lo verdaderamente maravilloso es la forma en que se desarrolla el argumento, evitando la frontalidad simple de una relación fantasma-ser humano, sino que la enriquece a través de detalles que engrandecen la trama como la aparición de un hombre del que se enamora equivocadamente la actriz Gene Tierney o la emocionante plasmación del propio paso del tiempo inexorable hasta el fin de sus días en este mundo.

Inevitablemente, debo obviar aspectos de la trama para preservar la esencia de estas películas, pero sí apuntar que la maestría con que es llevada la película la hace evitar la obviedad y la previsibilidad.


Carta de una desconocida (1948, Max Ophüls).


La película se desarrolla a partir de una carta que le envía justo antes de morir una antigua amante a un prestigioso pianista austriaco a la cual él no recuerda, pero que dejó una huella imborrable en ella hasta el fin de sus días.

Siempre he llevado un poco mal en los grandes clásicos del cine que, pese a su impoluta factura, los guiones no llevaran hasta las últimas consecuencias sus posicionamientos. En este caso no es así. Una película de amor, o desamor mejor dicho, dura, cruel, sin ningún tipo de remilgo o licencia a favor de salvar el fracaso. Un fracaso que se palpa desde el inicio, sin ocultar sus cartas, frontal, valiente y sereno. Pocas veces la fatalidad afectiva ha dolido tanto y pocas veces alguna actriz como en este caso la maravillosa Joan Fontaine la ha llevado tan honorablemente.

Una cinta repleta de pequeños detalles hermosos, de guiños visuales mágicos, un clásico de esos que no envejecen porque en su crueldad y en su forma de exponer los roles resulta no sólo vigente, sino universal. No hablo de arquetipos hombre/mujer, pero sí que más que nunca salen a relucir las virtudes y flaquezas de cada género, tan necesitado y a la vez tan distinto el uno del otro. Inteligente, emocionante y eterna.


Tú y yo (1957, Leo McCarey).


Debo decir en primer lugar que no he visionado el original de 1.939 en blanco y negro dirigido también por Leo McCarey y que fue esta la película que me sedujo por primera vez en elevar la casualidad a esa dimensión casi mágica como lo hacen en otro ámbito las novelas de Paul Auster.

Otros hablarán aquí del posterior remake libre que fue Algo para recordar con Meg Ryan y Tom Hanks y los más indies se desvivirán por las epopeyas de Antes del amanecer y Antes del atardecer, pero yo, me lo van a permitir, me bajo en esta estación al corazón de Nueva York.

La cinta juega con ese fuego devastador que arde dentro de nosotros ante la atracción que surge de repente sin buscarla y que además duele especialmente si las personas que la viven tienen ya cada uno una relación solidificada. Una historia clásica que además todos los que nos consideremos seres vivientes y sensibles hemos experimentado para bien o para mal alguna vez. El gentleman por antonomasia Cary Grant y la elegante Deborah Kerr, comprometidos ambos previamente, nos transportan en su trompicada historia de amor imposible surgido a bordo de un transatlántico y que, si todo marcha según lo previsto, debiera concretarse meses después, si ambos aún se sienten fatalmente enamorados, en el Empire State Building.


Bonnie & Clyde (1967, Arthur Penn).


Un auténtico clásico llevado hasta el más puro final por esta pareja de delincuentes. La influencia que ha tenido sobre posteriores films es absolutamente evidente, y, en mi caso personal, engarza con un subgénero dentro de esta compilación como lo son las road movies que llevan detrás un romance en combustión. Posteriormente hablaré de otras dos dentro de las muchas que hay y otras dolorosamente dejo fuera como mi fetiche Corazón salvaje del genio David Lynch.

Con una imagen aparentemente amable y desenfadada, la cinta nos presenta una historia que narra un amor unido en la misión de favorecer a los necesitados y humillar a las autoridad con un telón de fondo que es la gran depresión norteamericana. Sus atractivos protagonistas, Warren Beatty y Faye Dunaway, no obstante tienen que lidiar con problemas en su relación que se insinúan inteligentemente y que aportan a la película cierta atmósfera enrarecida como la velada impotencia sexual del personaje masculino, entre divertida y grotesca.

Otro gran punto a favor es la manera en que la película no se amilana en ningún momento y concluye como sólo pueden hacerlo las bombas de relojería. Y hasta aquí puedo escribir.


Amor a quemarropa (1993, Tony Scott).


De nuevo una suerte de road movie con el acelerador de un amor trepidante, casual y que destila mucho hambre por querer al otro. Una de las influencias de las que hablaba anteriormente, si bien los motivos que llevan a la pareja a tomar la carretera es huir de su pasado.

Toda la parte inicial la tengo grabada a fuego en mi corazón y significa una de mis películas preferidas de primera juventud. Esa forma en que el raro, el solitario, el personaje ensimismado en su ridículo mundo para los ajenos que es Christian Slater encuentra el amor de su vida en Patricia Arquette aún me emociona como el primer día. Ella en principio no es más que una prostituta contratada para su cumpleaños por un amigo, pero de ese vínculo tan efímero y débil surge una pasión arrebatadora que les impulsa a inventar una nueva vida dejando ambos todo el lastre que les impide ser ellos mismos.

Un hito noventero con un guión trepidante de Quentin Tarantino, una banda sonora adorable y miles de momentos para la posteridad como la conversación en la cafetería, la salida del cine, la llegada a la tienda de cómics donde trabaja el protagonista, la escena en la azotea...y todo esto son sólo los primeros treinta minutos.

Asesinos Natos (1994, Oliver Stone).


Posiblemente entre mis películas favoritas de todos los tiempos. Un binomio magistral que aúna pasión desbordante entre una pareja de psicópatas asesinos en serie y una crítica bestial a los medios de comunicación y la cultura de la imagen. De nuevo, una road movie.

Dos personajes perdidos, maniáticos e incomprendidos que encuentran en su vínculo afectivo y en su única vocación posible, la de matar este mundo hostil, su razón de ser. Pero no es sólo una oda a la violencia: en su forma de decodificar la realidad hay lugar al amor, a encuentros con la esencia del mundo como el que tienen con el indio en el desierto o a criticar una sociedad que por entonces ya rendía culto a los medios de comunicación masivos -eso aún casi sin internet- capaz de crear ídolos a cualquier precio en pos de las audiencias.

Aunque el papel de Oliver Stone manipulando una historia de Tarantino haya sido criticado, bajo mi punto de vista consigue convertir su película en una anti-película para denunciar precisamente la bajeza moral, el culto a la imagen estrambótica y al morbo. Su función es destruir el producto final para crear un collage emocionante, incómodo, nervioso, trasgresor y con mucha alma.


My sassy girl (2001, Kwak Jae-young).


Detrás de una amable comedia romántica adolescente delirante con esa gracia y sentido estético tan cuidado y moderno en el mejor de los sentidos que ha adoptado la industria surcoreana en el cine, My sassy girl es otra película preciosa donde la casualidad vuelve a convertirse en el cénit de la historia.

Su tono desenfadado y su humor rebosante de espinillas va mutando a lo largo del film hasta recavar en detalles que juegan certeramente con la sensibilidad del espectador y dotan al metraje de guiños trascendentales y poéticos que terminan por armar un emotivo cuadro.

Basado en historias anónimas que un joven escribía en internet, nunca la pregunta amenazante "¿Quieres morir?" tuvo mayor carga afectiva. Una comedia juvenil para quien no le gusten las comedias juveniles. Hermosa y bizarra a la par.


Contra la pared (2004, Fatih Akin).


Una película henchida de emoción desbordante, de pasión, de fatalidad, de resignación, de invencibilidad y de intensidad. Me atrevería a decir que no he visto un retablo mayor de sensaciones distintas en el caleidoscopio del amor que en esta cinta.

De nuevo un amor que surge por casualidad y también por conveniencia entre dos personas al límite, en este caso dos suicidas frustrados, cada uno por sus propios infiernos, bien por los excesos en el caso de Birol Ünel, bien por las barreras de crecimiento personal que la tradición musulmana ha impuesto en ella, la hermosa Sibel Kekilli.

Una flamígera historia donde el amor juega a esconderse detrás del infortunio y de mil embustes más pero que logra reventar a través de su poder incorruptible. Cauterizador retrato de las caras del amor, de su evolución y transformación camaleónica que sólo exuda verdad y valentía.


La chica que saltaba a través del tiempo (2006, Mamoru Hosoda).


No podía faltar en este repaso una referencia de anime, género dotado de una capacidad absoluta para conmover a través de sus historias imaginativas y sencillas -o complejas- a la par. En este caso se trata de una cinta emotiva donde ciencia ficción, amor adolescente y fatalidad -o esperanza, según se mire- se mezclan a la perfección.

Una chica recibe repentinamente el don de poder retroceder en el tiempo y con ello modificar la realidad a su antojo reiterando situaciones, intentando cambiarlas, etc. El uso en apariencia inocente que hace de esta cualidad esconde un reverso perceptible a su debido tiempo.

Tras una historia inocente de relaciones de instituto se oculta una trágica historia que se desvelará en la segunda parte del film y que deslumbra por su intensidad y abnegación. Evidentemente, exige no ser desvelada y la vuelta de tuerca, ese cambio de registro es el que desarma y deja al espectador en un mar de lágrimas. Otra historia de amor imposible y cercano a la vez, como dos líneas paralelas que discurren casi juntas y nunca llegan a tocarse.

Doloroso me resulta, por cierto, dentro del género de anime dejar fuera de esta selección el maravilloso universo de Makoto Shinkai al que ya dediqué un monográfico. (Leer aquí).


Castaway on the moon (2009, Lee Hae-Joon).


Castaway on the moon es un revisión contemporánea de Robinson Crusoe que tiene como finalidad básica retratar las enfermedades modernas más extendidas: el aislamiento, la incomunicación y la soledad. Lo maravilloso es que la película aporta el único remedio posible a estos males infectos: los estímulos necesarios para crearse una realidad propia intransferible en la que sobrevivir a los sinsabores demoledores de una sociedad antropófaga.

El hecho de que el náufrago social, el excluido lo sea a tan sólo unos metros de su propio ecosistema -él- o fruto de un terror patológico extremo al mundo desde su interior -ella- dota a este cuento de una consistencia extrema y consigue transmitirnos una empatía limpia hacia los dos protagonistas, a la deriva tanto dentro como fuera del sistema.

La esperanza construida desde el desarraigo a través de un exuberante microuniverso hacia el sueño imposible de encontrar un igual en una vida repleta de desconocidos habituales.


Y hasta aquí este repaso a diversas postales que han inmortalizado el amor fuera de parámetros convencionales. Seguro que cada uno tiene la suyas propias; y lo fundamental: espero que todo el mundo las haya conseguido recrear en carne y hueso a su lado.


5 comentarios:

  1. Muy buenas referencias de películas, de las que he visto puedo decir que me encantaron los romances y el tratamiento que se les da a cada uno de sus personajes y de las que no he visto, me dispongo a buscarlas porque estoy segura que encontraré buenos romances disfuncionales. Un saludo!!

    ResponderEliminar
  2. Me alegro te haya gustado la selección, Nut. Podrían haber sido otras muchas, pero en efecto, el hecho de que se salgan de lo típico engrandece su valor.

    ¡Saludos!

    ResponderEliminar
  3. Qué gran post, Raúl. Nos ha conmovido especialmente ver ahí My Sassy Girl y Tú y Yo. Apuntadas quedan otras dos que desconocemos. Un abrazo. Alicia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias por el apoyo y por leerlo! viniendo de expertos en cine es un doble halago. las fechas dan igual, lo importante es poderse encontrar entre las letras. Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  4. Estoy viendo que este post es de abril de 2013, y yo comentando como si lo acabaras de escribir :__) Por entonces no lo seguíamos, pero lo mismo da. Otro abrazo.

    ResponderEliminar